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La Controversia de Sión
Douglas Reed


Texto original inglés

La Controversia de Sión – Uno de los libros más controversiales jamás escritos

 

Traducción: El Averiguador

Porque es día de venganza de Jehová, año de retribución por la causa de Sión . - Isaiah 34:8.

Un evento ha sucedido, sobre el cual es difícil hablar e imposible callar . - Edmund Burke, 1789


En su época, Douglas Lancelot Reed (1895 - 1976), era ampliamente leído. En nuestros días está prácticamente olvidado, o la mera mención de su nombre evoca indignación entre los expertos que han escuchado de él. La razón de esta indignación no es difícil de encontrar: atrajo la atención hacia lo que vio como una conspiración judía para dominar el mundo, y escribió extensamente sobre esa historia en su libro La Controversia de Sión . Se completó en 1956 – pero no fue publicado hasta 1978, dos años después de su muerte.

En su obituario, aparecido en The Times , Douglas Reed fue descrito como un “virulento antisemita”. Sin embargo, una cuidadosa lectura de La Controversia de Sión , demuestra que esto es cuestionable – aunque incluso Reed mismo se haya descrito alguna vez como un escritor de material antisemita. Al decir eso, Reed parece haberse referido más a su ardiente anti-fariseísmo, anti-talmudismo y anti-sionismo. Sin embargo, no parece haber sido antisemita, en el sentido de odiar a los judíos, ya que hay muchas, muchas instancias en las que demuestra una considerable simpatía por los judíos comunes.

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Sin embargo, el anti-sionismo de Reed, expresado en implacables términos, hace que la primera lectura de La Controversia de Sión sea incómoda, por no decir desagradable, ya que toda sensibilidad liberal que uno podría poseer es constantemente desafiada. Esas sensibilidades, sobredimensionadas ante el reflejo del holocausto Nazi, y reforzadas por la propaganda del estado israelí, serían equivalentes a un ataque antisemita sobre cualquier aspecto cultural o político judío.

En La Controversia de Sión , Reed se opone constantemente a ese prejuicio occidental, y lo muestra tal cual es – desconsiderado e irreflexivo. La pregunta que hace es: ¿El sionismo es realmente útil para el pueblo judío? En otras palabras, ¿el sionismo es pro-judío o anti-judío? O, para ir más allá, ¿el sionismo es pro-semita o realmente antisemita? El libro de Reed desafía constantemente los habituales supuestos sobre la justicia respecto a cuestiones judías e israelíes. Por lo tanto, la pregunta realmente trata acerca de honestidad fundamental. ¿Qué tan veraz es el libro? ¿Qué crédito otorgamos a la investigación histórica que conforma su fundación? ¿Y qué tan humano es el pensamiento que reside detrás del mismo?

Al escribir este libro, Reed intentaba exponer una conspiración semi-secreta. Esto existía, él creía, desde el tiempo en que los Levitas formaron con éxito una poderosa cábala bajo el reinado de Josiah, rey de Judá (640-609 AC). El perfil de la conspiración podía ser detectada en un particular pasaje que va a través de todo el Antiguo Testamento, pero que podía ser mejor ubicado en el libro del Deuteronomio. Las ambiciones de esta conspiración se basan en una dominación de las naciones que rodeaban el territorio de Judá (y por extensión, el dominio de todas las naciones del mundo), desde las cuales los tributos, como pueblos conquistados, fluirían hacia Jerusalén.

Por lo tanto, en este sentido, el plan era autoritario y centralizado. También era Chauvinista: los Judaítas eran considerados los elegidos de Jehová, es decir, su nación favorita. Reed aclara que esto no era necesariamente lo que los levitas, fariseos y talmudistas realmente creían. En cierto sentido, era simplemente propaganda o una conveniente ficción, utilizada para justificar el arrebato de una elite y el control de la población de Jerusalén. Esta propaganda también tenía un efecto coercitivo: estableció un pensamiento grupal a partir del cual no había una clara ruta de escape. La cultura de Judá era una cultura tribal que se centraba en dos lugares: el Templo y la Torah, y vale la pena notar que ambos estaban controlados por un clero levítico. Ominosamente, el derramamiento de sangre era la característica más notable de ambos.

Reed sugiere que esta forma de pensamiento era bastante nueva – aunque, presumiblemente, el sistema de la casta india también sugiere una forma de pensamiento paralela, aunque sin la centralización bajo una deidad particular, o a través de un clero estrechamente organizado. Más bien parece que, en este período (500 AC), el Jainismo, el Budismo y otras formas de pensamiento yoguitas (con su énfasis en el universalismo y la no violencia) contrarrestaban exitosamente esta corriente sanguinaria, una corriente que está ejemplificada en el Rig Veda – y quizás se remonta a lo que los antropólogos llaman la “guerra endémica”, es decir, un estado de guerra incesante en una sociedad guerrera tribal.

Parte de la génesis de la forma de pensamiento levítica – aunque esto es algo que Reed no parece no profundizar – podría encontrarse en la estrechamente controlada sociedad dinástica de Egipto, que, a lo largo de gran parte de la Edad de Bronce Tardía, estaba en control de Palestina. Reed señala que había, alrededor del 500 AC, un movimiento dirigido hacia el universalismo, es decir, la absorción de diferentes culturas en una humanidad considerada como un todo. Vale la pena aclarar que el judaísmo, en contraste, resistió dicha corriente.

La experiencia de los judaítas hasta la época de Jesús ilustra la forma en la que la gente puede ser obligada a seguir un esquema que no tiene en cuenta sus mejores intereses. Los judaítas fueron llevados y traídos al mismo tiempo: llevados a aceptar, por sugerencia, que la destrucción por parte de poderes externos le esperaba a aquellos que se rebelaban, y traídos al sugerir que el dominio del mundo los esperaba si se apegaban a la corriente. En realidad no había una verdadera moralidad involucrada en esto – sino una sugestión de moralidad, de seguir al bien en lugar del mal, que fue provista al dejar una idea profética en el Antiguo Testamento que se oponía al esquema levítico. Para el cuidadoso lector, esto da crédito a la mentira mediante el ritualista “nosotros versus ellos” que observamos en libros como el Levítico, Deuteronomio, Ezequiel y Ezra/Nehemiah. Pero sin una cuidadosa lectura, parece como si este fraude tuviera el apoyo de un moralmente bueno Jehová, que simplemente se oponía a la idolatría, es decir, las prácticas de “ellos”, los Cananitas.

Reed indica que los Levitas y los Fariseos eran en realidad los adoradores de Moloch, denunciados por profetas como Jeremías. Y esta es la visión tomada por Jesús, quien parecía tener una visión más amplia de las cosas y las observaba como realmente eran. Desde este punto de vista, según Reed señala en su breve capítulo sobre Jesús (que es, quizás, una de las mejores exposiciones en La Controversia de Sión ), los Fariseos eran los enemigos de la ley cósmica, al grado que habían inventado su propia realidad, su propia historia sobre como debían haber sido las cosas, en la historia de la Torah. Al mismo tiempo, habiendo estado encerrados en una historia oficial, y habiendo sido convencidos que la vida de una persona terminaba completamente con la muerte física, los judaítas quedaban, en general, atrapados en un pequeño círculo cerrado de puro pensamiento lineal, privados de verdadero contexto. Las implicaciones de este tipo de pensamiento están claras, según Señales de los Tiempos intenta señalar: estamos atontados, privados de cualquier contexto histórico real, incapaces, gracias al Síndrome de Estocolmo, de cuestionar la historia oficial que incesantemente es dictada por los grandes medios. El resultado de este atontamiento significa que el único curso de acción parece estar abierto – a saber, la aceptación de las esperanzas y temores que nos entregan los que detentan el poder.

Una imagen verdadera del 9/11 por supuesto devora esta imagen – al igual que la imagen del sionismo presentada por La Controversia de Sión . De manera similar, Jesús demolió la imagen farisea al referirse a los asesinatos de Abel y Zechariah (Lucas 11:51). El investigador bíblico Giovanni Garbini infiere, en Mito e Historia en la Biblia , (2003) que esto fue una alusión a un golpe de estado que sucedió en Jerusalén en el 164 AC, en el cual los bandos Saducaicos y Fariseos estaban dedicados a no discutir, porque parecían haber tenido cierta participación en él. Por ello el asesino de Abel (según es relatado en Génesis 4:1-16) le fue permitido escapar a la venganza, siendo Jehová nombrado protector de Caín, por la simple razón que Abel fue considerado predecesor del alto sacerdote Zechariah. Por lo tanto, los asesinos de Zechariah también fueron tomados bajo similar protección de Dios. Los secos comentarios de Jesús indican lo que pensaba de la Torah, y lo que sus primeros seguidores pensaban también, una Torah que estaba siendo claramente alterada hacia el 1er siglo por los conspiradores mismos. No es de sorprender que la extrapolación de San Pablo de esta alterada historia épica de Israel haya terminado en una teología que en ciertos aspectos reflejaba a la de los Fariseos – y trágicamente se convirtió en el estándar para la Iglesia.

Como hombre de periódico, Reed parece más cómodo rastreando los laberínticos detalles de la política del siglo 20 – y ha sido interesante ver cómo sus ideas han sido confirmadas por posteriores revelaciones desde 1956. Sin embargo, incluso en sus comienzos, Reed parece haber hecho algunas asombrosas conjeturas, que han sido adoptadas en recientes críticas al Antiguo Testamento por parte de la Escuela de Copenhagen, como Thomas L. Thompson y Garbini - especialmente Garbini, que no tiene temor en apuntar a la germinación de una definitiva conspiración política en la formación del Antiguo Testamento como herramienta de propaganda. Sus trabajos, por ejemplo, la reconstrucción de la historia de Israel en la Segunda Parte de El Pasado Mítico: arqueología bíblica y el mito de Israel (1999) de Thompson, e Historia e Ideología en la Antigua Israel (1986) y Mito e Historia en la Biblia (2003) de Garbini bien valen la pena ser leídos para una radical reevaluación de la historia y manipulación social del Antiguo Testamento.

Reed luego apunta al Talmud, y cualquier cosa que digamos de sus comentarios sobre esta fuente (y el pensamiento crítico en esta área es dificultoso sin un verdadero conocimiento del material original), en cierta forma no importaría tanto, ya que la evidencia proveniente del Antiguo Testamento es condenatorio en si mismo. Lo que sí parece particularmente interesante es que la Iglesia haya sido llevada a creer que el Antiguo Testamento constituía la verdadera palabra de Dios. Luego, esto tendría una particular importancia en el siglo 20, cuando los políticos cristianos brindaron su apoyo al sionismo, en gran medida debido a que han sido llevados a creer que las “promesas” del Antiguo Testamento habían descendido de Dios, y por lo tanto, valía la pena apoyarlas.

Este apoyo cristiano al sionismo parece haber sido crucial para personajes como Lord Balfour y Lloyd George, e inclusive en la actualidad sigue siendo importante (especialmente en EEUU) a través del Sionismo Cristiano evangélico, que da la sensación de un pacto revolucionario judeo-cristiano. Las expectativas mesiánicas han sido utilizadas para llevar a los cristianos al bando sionista. Cómo se llegó a esta situación es bastante épico en si mismo, y lamentablemente es algo en lo que Reed no profundiza demasiado. Lo que sí hace es ir al corazón de la cuestión, al contrastar las enseñanzas del Nuevo Testamento con aquellos descubiertos en el Deuteronomio. Naturalmente, los dos enfoques resultan ser polos opuestos.

Eso significa que los cristianos sionistas (y ciertamente todos los cristianos en la medida que consideran al Antiguo Testamento como la palabra de Dios) están realmente intentando seguir dos caminos al mismo tiempo. No es de sorprender, con esta clase de fundamentos, que la historia de la Iglesia haya sido tan violenta, tan extrañamente contradictoria, y tan alejada de las formas del Príncipe de la Paz. Reed señala a San Jerónimo como el iniciador de este proceso que llevó a la aceptación del Antiguo Testamento por la Iglesia – no como un material de trasfondo “histórico” para situar las enseñanzas de Jesús y San Pablo en contexto, sino como instrucción moral en si misma.

El pasaje II Timoteo 3:16-17 (“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena”.) parece estar en la raíz del problema. El punto clave aquí es que “toda escritura” no es algo definido. ¿Realmente se refiere a “todas las escrituras”? Quizás si. Quizás toda fuente escrita posee alguna clase de utilidad si motiva al lector a reflexionar seriamente sobre qué podría estar sucediendo dentro de los laberintos de la mente, y en el similarmente laberíntico medioambiente en el que nos encontramos.

Entonces quizás San Pablo aquí estaba simplemente intentando que los cristianos leyeran y pensaran. Pero, por supuesto, el término “escritura” se volvió cerrado, y por lo tanto corrompido, para referirse solo a aquellos textos que alguna autoridad (llámese el Consejo Fariseo de Jamnia, o alguno de los consejos Ecuménicos) considerara canónicos. Que la Iglesia haya, al parecer, apoyado al Consejo de Jamnia sobre este punto resulta particular – si no absolutamente sospechoso. El punto aquí es que no existe una verdadera justificación para que la Iglesia aceptara una resolución del Sanhedrin, que como mínimo debería haber rechazado por ser fundamentalmente anti-cristiano, ya que Sanhedrin era activo (según el Evangelio de Mark) en la condena de Jesús inmediatamente después de su muerte, y en la condena de los primeros cristianos.

El punto aquí es que en la formación del canon bíblico existe una masiva vulnerabilidad en el dogma de la Iglesia, y los cristianos evangélicos se han vuelto especialmente víctimas de la misma propaganda al igual que la mayoría de los judíos: una aceptación o no de las ambiciones sionistas, cuya alternativa es la eterna condenación. Los cristianos podrían beneficiarse de aprender que tan contrario es el Antiguo Testamento sobre las enseñanzas de Jesús – al igual que los judíos podrían beneficiarse si aprendieran que existen dos caminos completamente contradictorios dentro del Antiguo Testamento, y que han sido engañados por la suposición de que el Antiguo Testamento es una unidad esencial.

Presumiblemente San Jerónimo (que era particularmente doctrinario, por no decir totalmente vicioso) tenía un rol mayor que jugar en la cristalización final de este proceso – pero debe haber habido otros antes que él que cayeron bajo una influencia específicamente judía en su reconocimiento del canon hebreo, según es definido por el Sanhedrin. No tiene mucho sentido; tú hubieras pensado que alguien en algún lugar habría gritado, ¡tonto! Esperó que lo hicieran – de la misma manera que los observadores en el tema del siglo 20 (como el Mariscal Archibald Wavell y Sir Frederick Morgan) intentaron informar a otros acerca de la violencia y la duplicidad de las ambiciones sionistas, y que fueron simplemente desairados y relegados a la oscuridad. Reed, por supuesto, compartió ese destino – y él mismo lo esperaba.

En el período moderno, Reed conecta algunos puntos sobresalientes sobre los fundamentos de la Revolución Francesa en la Francmasonería, una hermandad que ha sido cooptada por los Illuminati Bávaros para ganar poder en Europa y América siguiendo un estricto modelo jerárquico. La estructura de esta organización estaba conformada en total secreto, con agentes siempre concientes del hecho que ellos mismos estaban siendo espiados, pero con la gran excitación de que estaban involucrados en un gran arrebato de poder sobre las cabezas coronadas de Europa, y ellos mismos disfrutarían de los frutos de su poder, y que en este proceso crearían un nuevo cielo sobre la tierra.

Estos secretos métodos de arrebatar el poder parecen haber estado presente entre los judíos talmudistas de España, donde parecía habitual un elevado grado de control autoritario, y más tarde en Europa del este, donde el foco de la diáspora judía cambió en el 1500. En que medida los ghettos judíos fueron instituidos por el poder cristiano no está del todo claro. Lo que Reed sugiere es que los ghettos surgieron primariamente debido al deseo de líderes judíos de mantener a los judíos controlados, confinándolos dentro de un cuadrante de ciudad. En un ghetto, los individuos podían ser observados de cerca, los líderes judíos podían aplicar su propio sistema de justicia, y se podía poner en práctica un rígido conformismo.

Reed señala que los Bolcheviques siguieron un patrón similar de organización secreta y pensamiento de grupo que funcionaba en los ghettos – y que en el revolucionario fervor de la época, la generación más joven de familias judías en Rusia estaban comúnmente divididas en dos, con algunos hombres y mujeres jóvenes trabajando activamente para una tierra judía en Palestina (los sionistas), mientras que otros seguían ideales anti-zaristas y marxistas. Reed devela información enterrada de que la vasta mayoría del liderazgo leninista era judío por extracción. El hecho que esta información haya sido ocultada, y que hablar de ella estuviera prohibido, le pareció un dato importante.

Como hemos mencionado, Reed se introduce realmente en su fuerte a medida que alcanza el siglo veinte. Sigue de cerca las carreras de Edward Mandell House y Bernard Baruch, ambos asesores presidenciales norteamericanos, y Chaim Weizmann, quien era particularmente influyente en la política exterior británica – y resulta asombroso que estos hombres tuvieran tanto acceso e influencia en elevados lugares de poder.

En el epílogo, Reed resume La Controversia de Sión como si fuera el relato de un testigo de un juego en el que los líderes occidentales, los judíos, los activistas revolucionarios y el público lector de periódicos han sido engañados. Su relato es fuego. Pero al mismo tiempo no parece ser una simple polémica de una sola cara. Los hechos que aporta, como periodista de primera, proveen un considerable peso a su creencia de que la aventura sionista fue un truco de confianza, en el cual solo los sionistas ganan. Aquellos que marcaron el engaño fueron (y por supuesto todavía son) denunciados como “antisemitas” – lo cual demuestra que este tipo de denuncia no es nada más que una vacía difamación, y necesita ser contrarrestada.

Entonces, ¿qué tan confiable es Reed como historiador? Como respuesta, se pueden definir tres puntos, aunque desde una perspectiva puramente personal:

1. Es alentador que, aunque Reed sospeche de la participación talmúdica en la Guerra Civil inglesa, sea particularmente cauteloso al declarar que no posee evidencia para apoyar esta idea. Yo creo que esto indica el cuidadoso uso que hace de la evidencia que tenía a su disposición.

2. Reed podría ser acusado con algo bastante mayor que antisemitismo, teniendo en cuenta el hecho que parece considerar a los Kázares (el grupo turco que aparentemente conformó la base original de la judería Ashkenazi) como peor que otros grupos. Frecuentemente contrasta al “barbarismo asiático” con las glorias de la cristiandad occidental civilizada. Tengo que decir, que siempre me hace sentir incómodo cuando hace esto. Dudo que Occidente sea tan civilizado – como George Gurdjieff dijo una vez, la civilización occidental realmente es un montón de violencia cubierta con finas palabras. Gurdjieff también dijo que los europeos por lo general tuvieron muy poca comprensión de lo ricas y sutiles que eran realmente las culturas asiáticas. Creo que Reed, como natural conservador, cayó en esta trampa.

3. Así y todo tenía esa apertura mental que siempre es refrescante encontrar. Es claro, por ejemplo, que habla cálidamente de Mikhail Bakunin y Ernest Bevin, ambos muy izquierdistas en sus políticas – el primero un ardiente anarquista ruso (cuyo fuerte anti-monoteísmo salió a la luz cuando dijo que “si Dios realmente existiera, sería necesario abolirlo”), el segundo, un Secretario de Exteriores Británico del Partido Laboral con los pies en la tierra. El sentimiento de afinidad de Reed con estos dos hombres lo define como fundamentalmente honesto y humano.

Luego de leer Polemique contre les Juifs (Polémica contra los judíos) de Bakunin, ahora tiene mayor sentido en alguien que fue tan internacionalista y tan entusiasta de la hermandad humana. Lo mismo vale para las extensas sospechas de las ambiciones judías entre otros socialistas y anarquistas radicales del siglo 19. Estas personas estaban en la primera línea contra el abuso del poder, y simplemente no serían aplazados por estructuras autoritarias sobre qué debían pensar. Ellos vieron las raíces de la explotación con sus propios ojos, y no estaban al tanto de que individuos judíos estaban trabajando para consolidar el poder – no abiertamente, sino en los pasillos del poder y en movimientos revolucionarios falsos como el Marxismo Internacional, así como también el Sionismo, y a través del favor especial entregado a los intereses monetarios por parte de los gobiernos europeos y americanos.

El secretismo siempre parece ser una nota clave en estas oscuras empresas – un punto que quizás no debería perderse cuando recordamos de qué manera los “intereses de la seguridad nacional” siempre son utilizados en apoyo a la incapacidad de nuestros gobiernos para compartir información sobre lo que realmente están haciendo. Inclusive hombres en posiciones de poder, como Benjamin Disraeli, cuyo trasfondo judío parece haberlo hecho más abierto con respecto al modus operandi de ciertos judíos, y Ernest Bevin, que estaba efectivamente a cargo de Palestina inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, apenas podían publicar lo que estaba sucediendo detrás de escenas. Sintieron cierta vulnerabilidad, ya que si revelaban demasiado podían perder el poder al que habían accedido. O efectivamente, que los judíos ordinarios – la gran masa de judíos decentes que estaban siendo manipulados – podían encontrarse en peligro si la opinión pública se volvía en contra de todos los judíos como enemigos de la raza humana.

Por supuesto, el problema no son los judíos, y Reed nunca dice esto. Pero sí parece que algunos utilizan el problema judío como racionalización para promover la violencia y explotación a lo largo de Europa y del Medio Oriente. Heroicos sirvientes civiles, como James Forrestal en Washington, hacían lo que podían para dar a conocer sus dudas a sus amos sobre los planes sionistas – pero con poco apoyo. La tragedia todavía se juega en la actualidad en el campo de concentración de Gaza.

Al final, es el carácter monoteísta de las religiones judía y cristiana que en si misma ha sido utilizada como parte de un programa político para consolidar el poder en manos de unos pocos. Jehová está en la cima de la pirámide de poder. Todos están confundidos, revolucionarios y partisanos de toda clase son constantemente engañados y llevados unos contra otros.

¿Qué quiere decir esto para nosotros? Quizás que la única revolución efectiva puede ser alcanzada por una red de personas dedicadas a una inflexible exploración de la verdad. Solo el conocimiento sobre cómo han trabajado nuestros amos, y todavía trabajan, nos permite tener la oportunidad de ver cómo estamos siendo engañados y manipulados. La Controversia de Sión es importante porque revela algo de ello, y resulta irónico que al hacer eso, justamente se haya convertido en uno de los libros más controversiales.


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