p. 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68
Capítulo 10
El hombre de Galilea
Cuando Jesús nació, la expectativa vibrante que un ser maravilloso estaba a punto
de aparecer era general entre los Judeanos. Ellos anhelaban esa prueba, que Jehová
mantenía el Convenio con su pueblo escogido y los escribas, reaccionando a la
presión de este anhelo popular, habían introducido gradualmente en las escrituras
la idea del ungido, el Mesías, que vendría a cumplir su acuerdo.
Los Targams [traducciones], comentarios rabínicos sobre la Ley, dijeron: "Cuán
hermoso él es, el rey Mesías que se levantará de la casa de Judah. Él se preparará
para la acción y avanzará para luchar con sus enemigos y muchos reyes serán
muertos."
Este pasaje muestra hasta dónde los Judeanos habían sido llevados a esperar. Ellos
esperaban a un Mesías vengador militante (en la tradición de "todos los
primogénitos de Egipto" y la destrucción de Babilonia) quién rompería a los
enemigos de Judah "con una vara de hierro" y los "rompería en pedazos como el
jarrón de un alfarero; quién les traería el imperio de este mundo y la culminación
literal de la Ley tribal; ya que esto era lo que generaciones de Fariseos y Levitas
habían predicho.
La idea de un Mesías humilde que diría "Amar a los enemigos" y que sea"despreciado y rechazado de hombres, un hombre de dolores" no estaba en
absoluto presente en la mente pública y habría de ser "despreciado y rechazado", si
alguien hubiese llamado la atención a aquellas palabras de Isaías (quien sólo ganó
importancia después que Jesús había vivido y muerto).
¡A pesar de todo, el ser que apareció, aunque era humilde y enseñaba el amor, al
parecer afirmó ser este Mesías y fue por muchos así aclamado!
En pocas palabras barrió la masa completa de la política racial que la secta
gobernante había apilado sobre la ley más temprana, la ley moral, y como un
excavador reveló nuevamente lo que se había enterrado. Los Fariseos reconocieron
en seguida al más peligroso de los "profetas y soñadores de sueños".
El hecho que él encontrara a un grupo de partidarios tan grande entre los
Judeanos, muestra que, aun cuando la masa de las personas quería un militante,
un Mesías nacionalista que los liberaría de los romanos, muchos entre ellos deben
haber comprendido en el subconsciente, que su verdadera cautividad era del
espíritu y de los Fariseos, más que de los romanos. No obstante, la masa respondió
mecánicamente a las acusaciones de los políticos Farisaicos, que el hombre era un
blasfemo y un Mesías ficticio.
¿Por esta respuesta ellos legaron a todas las generaciones futuras de judíos una
duda atormentadora, no menos insistente porque no puede ser proferida (ya que el
nombre Jesús no puede ni siquiera mencionarse en una casa judía devota):¿Apareció el Mesías, sólo para ser rechazado por los judíos, y en ese caso, cual es su
futuro, bajo La Ley?
¿Qué tipo de hombre fue este? Otra paradoja en la historia de
Sión es que a menudo en nuestra generación, los divinos cristianos y teólogos
insisten que "Jesús era un judío", mientras que los superiores Judaístas se niegan a
reconocer esto (esos rabinos Sionistas que de vez en cuando dicen a las audiencias
políticas, públicas o "de diferente fe religiosas" que Jesús era un judío, no son [60]
verdaderas excepciones a esta regla; ellos no harían la afirmación entre judíos y
buscarían provocar un efecto entre sus oyentes non-judíos, por razones políticas).
(**)
(**) El Rabino Stephen Wise, el principal organizador Sionista en los Estados Unidos
durante el período 1910-1950, usó esta frase por obvios motivos políticos, de confundir a los
auditores non-judíos. Hablando en una reunión "inter religiones" en Carnegie Hall en la
Navidad de 1925, declaró "Jesús era un judío, no un Cristiano" (la Cristiandad nació con la
muerte de Jesús).
Por esto él fue excomulgado por la Sociedad de los Rabinos Ortodoxos de los Estados
Unidos, pero la Asociación de Ministros Cristianos "me ovacionó como a un hermano". El
Rabino Wise agregó el característico comentario: "No sé qué fue más perjudicial, la
aceptación como un hermano y dándome la bienvenida en la iglesia cristiana, o la violenta
diatriba de los rabinos."
Esta pública aserción, "Jesús era judío", siempre se ha usado en nuestro siglo por
propósitos políticos. Se emplea a menudo para sofocar las objeciones a la influencia
Sionista en la política internacional o a la invasión Sionista de Palestina, la
sugerencia es que, como Jesús era judío, nadie debe objetar a algo que se pretende
hacer en el nombre de los judíos. La irrelevancia es obvia, pero las chusmas son
movidas por tales frases, y el paradójico resultado, una vez más, es que la
declaración más ofensiva para los judíos literales, frecuentemente es hecha por
políticos non-judíos y eclesiásticos que buscan el favor judío.
El sustantivo inglés, "Judío" ["Jew"], es reciente y no corresponde a nada
denominado en el arameo, griego o términos romanos para "Judahíta" o "Judeano"
que estaba en uso durante la vida de Jesús.
De hecho, el sustantivo en inglés "judío" [Jew] no puede definirse (de tal manera
que los diccionarios que tienen escrupulosamente cuidado sobre todas las palabras,
están reducidas a tales obvios absurdos como "Una persona de raza hebrea"); y
el estado Sionista no tiene una definición legal del término (qué es natural, porque
la Torah que es la Ley, exige la descendencia pura de Judahítas, y una persona de
este linaje difícilmente sería encontrada en todo el mundo).
Si la declaración, "Jesús era judío", tiene significado por consiguiente, debe
aplicarse a las condiciones que prevalecen en su tiempo. En ese caso significaría
una de tres cosas, o todas ellas: que Jesús era de la tribu de Judah (por
consiguiente Judahíta); que él tenía domicilio Judeano (y por consiguiente
Judeano); que era religiosamente "un judío", si alguna religión denominada por ese
término existió en su tiempo.
Entonces Raza, residencia y religión.
Este libro no es el lugar para argumentar el asunto de la descendencia racial de
Jesús, y la cosa sorprendente es que Cristianos eclesiásticos se permiten algunas de
las declaraciones que ellos hacen. El lector debe formarse su propia opinión, si
desea tener alguna en este asunto.
La genealogía de María no se da en el Nuevo Testamento, pero tres pasajes podrían
implicar que ella era de descendencia Davídica; San Mateo y San Lucas trazan la
descendencia de Joseph de David y Judah, pero Joseph no era el padre sanguíneo
de Jesús. Las autoridades Judaístas desacreditan todas estas referencias a la
descendencia, sosteniendo que ellas fueron insertadas para llevar la narrativa en la
línea con la profecía.
Acerca de la residencia, San Juán declara que Jesús nació en Belén en Judea, en la
posibilidad que su madre tenía que ir allí de Galilea para registrarle; [61] las
autoridades Judaístas, nuevamente, sostienen que esto fue insertado para ajustar
el relato a la profecía de Miqueas que "un gobernante vendría de Belén."
La Enciclopedia Judía insiste que Nazaret fue el pueblo nativo de Jesús, y de
hecho, existe un acuerdo general que él era de Galilea, cualquiera fuese la
posibilidad de su lugar de nacimiento real. Galilea dónde pasó casi toda su vida,
estaba completamente separada en lo político de Judea, bajo su propio gobernador
romano, y estaba con respecto a Judea como "un país" extranjero (Graetz). El
Matrimonio entre un Judeano y un Galileo estaba prohibido e incluso antes del
nacimiento de Jesús, todos los Judeanos que vivían en Galilea habían sido forzados
por Simón Tharsi, uno de los príncipes Macabeos, a emigrar a Judah.
Así, los Galileos eran racial y políticamente distintos de los Judeanos.¿Fue este galileo, religiosamente, lo que podría llamarse hoy "un judío"? Las
autoridades Judaístas, por supuesto, lo niegan lo más vigorosamente de todos; la
declaración, a menudo escuchada desde la plataforma y el púlpito, podrían causar
un alboroto en la sinagoga.
Es difícil ver qué quieren decir hombres públicos responsables cuando ellos usan la
frase. No existía en los tiempos de Jesús una religión "judía" (o incluso Judahíta,
Judaísta o Judeana). Había Jehovahísmo, y había varias sectas, Fariseos, Saduceos
y Esenios que luchaban violentamente entre ellos y contendieron, alrededor del
templo, por el poder sobre las personas. Ellos no sólo eran sectas, sino también
partidos políticos, y los más poderosos de ellos eran los Fariseos con sus"tradiciones orales" de lo que Dios le había dicho a Moisés.
Si hoy los Sionistas son "los judíos" (y ésta es la demanda aceptada por todas las
grandes naciones Occidentales), entonces el Partido que en Judea en el tiempo de
Jesús correspondía a los Sionistas era aquel de los Fariseos. Jesús llevó todo el peso
de su ataque para afectar a estos Fariseos. También reprendió a los Saduceos y a los
escribas, pero los Evangelios muestran que él sostuvo que los Fariseos eran los
enemigos de Dios y del hombre y que usó un especial y punzante desdén hacia
ellos. Las cosas que él singularizó para el ataque, en ellos y en su credo, son las
mismas cosas que los Sionistas de hoy afirman que son los rasgos identificatorios
de los judíos, de la Judería y el Judaísmo.
Religiosamente, Jesús parece más allá de toda duda, haber sido lo contrario y
adversario de todo aquello que haría ser a un judío literal de hoy o lo habría hecho
ser un Fariseo literal entonces.
Nadie puede decir con certeza quien fue o lo que era, y estas sugestivas
declaraciones de los políticos non-judíos suenan tan falsas como las ridículas
burlas sobre "el bastardo" que circuló en los ghettos judíos.
Lo que él hizo y dijo es de tal importancia trascendental que nada más cuenta. En
una escala mucho menor, el caso de Shakespeare es algo comparable. La calidad de
la inspiración en sus trabajos está clara, por lo que no tiene importancia si él les
escribió, o quién les escribió si él no fue, aún así el vano argumento continúa.
El hijo del carpintero de Galilea evidentemente no tenía instrucción formal: "Los
judíos se preguntaban, diciendo, ¿Cómo sabía de letras si nunca había aprendido?
[62]
Lo que es mucho más significante, él no había conocido ninguna escuela rabínica ni
tuvo entrenamiento sacerdotal. Sus enemigos, los Fariseos, testifican eso; si él
hubiera sido de su clan o de su tipo no habrían preguntado, "¿De donde sacó este
hombre esta sabiduría, y estos poderosos trabajos?".
Lo que da efecto de revelación deslumbrante a las enseñanzas de este joven
iletrado, es la calidad de la luz por primera vez descubierta, es el fondo negro de la
Ley Levítica y la tradición Farisaica contra la cual se movió cuando fue a Judea.
Incluso hoy la súbita abundancia de esclarecimiento, en el Sermón en la Montaña,
deslumbra a los estudiosos que han surgido de una lectura crítica del Antiguo
Testamento; es como si el mediodía llegara a medianoche.
La Ley, cuando Jesús vino a "completarla", había crecido en una gran masa de
legislación, rígida y letal en su inmensa complejidad. La Torah era sólo el
comienzo; apilados sobre ella estaban todas las interpretaciones, comentarios y
decisiones rabínicas; los superiores, como devotos gusanos de seda, extienden los
hilos incluso más allá, en el intento de atrapar cada acto concebible del hombre;
generaciones de abogados habían trabajado para alcanzar la conclusión que un
huevo no debe comerse en el día Sabático si la parte mayor de él, hubiese sido
puesta antes de que una segunda estrella fuera visible en el cielo.
Ya la Ley y todos los comentarios necesitaban una biblioteca para ellos, y un comité
de juristas internacionales, llamados para dar una opinión sobre esto, habría
requerido años para tamizar las hojas acumuladas.
El indocto joven de Galilea extendió la mano y empujó toda la masa, revelando la
verdad y la herejía en seguida. Redujo "toda la Ley y los Profetas" a los dos
mandamientos, Ama a Dios con todo tu corazón y a tu vecino como a ti mismo".
Ésta fue la exposición y condenación de la básica herejía que los Levitas y Fariseos,
en el curso de siglos, habían tejido en la Ley.
Leviticus contenía la orden, "ama a tu prójimo como a ti mismo", pero fue
controlada por la limitación de "prójimo" a compañeros-Judeanos. Jesús reintegró
lo olvidado, la tradición más temprana, de amor por el prójimo independiente de
raza o credo; esto fue claramente lo que él quiso decir por las palabras, "yo no
vengo a destruir la ley, sino a completarla". Él entregó su claro significado cuando
agregó, "Vosotros habéis oído que se ha dicho. . . odia a tu enemigo. Pero yo te digo,
Ama a tu enemigo". (La objeción artera que se ha hecho a veces es que el
mandamiento específico, "Odia a tu enemigo" no aparece en ninguna parte en el
Antiguo Testamento. El significado de Jesús estaba claro; las innumerables órdenes
de asesinatos y matanzas de vecinos/prójimos que no eran "vecinos /prójimos en el
Antiguo Testamento abunda, ciertamente requerían odio y enemistad).
Éste era un directo desafío a La Ley como los Fariseos la representaban, y Jesús
llevó el desafío más allá, negándose deliberadamente a jugar el rol del libertador
nacionalista y conquistador de territorios por el cual las profecías habían moldeado
al Mesías. Probablemente él podría haber tenido muchos más partidarios, y
posiblemente [63] el apoyo de los Fariseos, si él hubiera aceptado ese rol.
Su reproche, nuevamente, fue conciso y claro: "Mi reino no es de este mundo. . .
El reino del Cielo está dentro de ti. . . No dispongas para ti mismo valores en la
tierra. . . sino pon para ti los valores en el cielo, dónde no se oxidarán ni se
corromperán, y donde los ladrones no irrumpen a través del robo."
Todo lo que él dijo, en esas simples palabras como éstas, eran un silencioso desafío,
pero directo a los hombres más poderosos de su tiempo y lugar, y un estallido a las
fundaciones del credo que la secta había construido a en el curso de siglos.
Lo que todo el Antiguo Testamento enseñó en centenares de páginas, el Sermón en
la Montaña lo impugnaba en unas palabras. Opuso el amor al odio, la misericordia
a la venganza, la caridad a la malicia, amor al prójimo ante la segregación, justicia a
la discriminación, afirmación (o reafirmación) al rechazo, y la vida ante la muerte.
Comenzó (como los capítulos "bendición-o-maldición" del Deuteronomio) con
las bendiciones, pero allí el parecido acabó.
El Deuteronomio ofrecía bendiciones materiales, en la forma de territorios, botín
y matanza, a cambio del acatamiento estricto de miles de "estatutos y juicios",
algunos de ellos que ordenaban asesinatos. El Sermón en la Montaña no ofreció
ningún premio material, simplemente enseñó que el comportamiento moral, la
humildad, el esfuerzo por hacer lo correcto, la misericordia, pureza, el ser pacífico y
la fortaleza se bendecirían por su propia causa y se recibiría el premio espiritual.
El Deuteronomio continuaba sus "bendiciones" con las "maldiciones". El Sermón
en la Montaña no hacía ninguna amenaza; no requería que el trasgresor fuese"lapidado hasta su muerte" o "colgado de un árbol", o una ofrenda de absolución
por la inobservancia al precio de lavar las manos en la sangre de una vaquilla. Lo
peor que le podía ocurrir al pecador era que llegaría a ser "el menor en el reino del
cielo"; y lo más que el obediente podría esperar es "ser llamado grande en el reino
del cielo."
El joven Galileo nunca enseñó subordinación, sólo una interna humildad, y sólo
en una actitud él fue consistente y constantemente despreciativo: en su ataque a los
Fariseos.
El nombre, Fariseos, significa que ellos "se mantienen alejados de las personas o
cosas impuras". La Enciclopedia Judía dice, "Sólo con respecto a la
comunicación con el sucio y a la multitud de los que no se lavan hizo que Jesús
fuera ampliamente diferente de los Fariseos". El Eco puede contestar, "¡Sólo!" Esto
era por supuesto la gran división, entre la idea de la deidad tribal y la idea del dios
universal; entre el credo del odio y la enseñanza de amor.
El desafío estaba claro y los Fariseos lo aceptaron en seguida. Comenzaron a cebar
sus trampas, de la misma forma descrita por Jeremías largo tiempo antes: "Todos
mis familiares buscaban que me detuviera, diciendo, Quizás él será seducido, y
nosotros prevaleceremos contra él, y tomaremos nuestra venganza en él."
Los Fariseos lo miraron y preguntaron, "Por qué tu Maestro come con recolectores
de impuestos y pecadores" (una ofensa bajo castigo en su Ley). Él era igualmente
Maestro en los debates y en eludir sus trampas preparadas, y contestó,
rápidamente pero [64] silenciosamente, "Ellos no necesitan un médico, pero ellos
están enfermos… , Yo no vengo a llamar al virtuoso, sino a los pecadores al
arrepentimiento."
Ellos le siguieron más allá y vieron a sus discípulos que colectaban mazorcas de
maíz para comer en el Sabbath (otra ofensa bajo la Ley), "Mira, tus discípulos
hacen lo cual no es legal hacer en el día Sabático". Ellos le persiguieron con tales
interrogaciones, siempre relacionadas con el rito, y nunca sobre la fe o el
comportamiento; "¿Por qué tus discípulos trasgreden la tradición de los
superiores?, ¿Por qué no se lavan sus manos cuándo comen el pan?” "Vosotros los
hipócritas, bien dijo la profecía de Isaías de vosotros, este pueblo se acerca a mí con
su boca y me honra con sus labios; pero su corazón está lejos de mí. Pero en vano
me rinden culto, enseñando por doctrinas los mandamientos de hombres",
Ésta era la mentira directa: La Ley, acusó él, no era la ley de Dios, sino la ley de los
Levitas y Fariseos: "¡Mandamientos de hombres!"
De este momento no podría haber ningún compromiso, ya que Jesús le dio la
espalda a los Fariseos y "llamó a la multitud, y dijo hacia ellos, Oigan, y entiendan:
No lo que entra en la boca de un hombre le hace impuro, sino aquello que sale de su
boca, ésto mancilla a un hombre."
Con estas palabras Jesús lanzó público desdén sobre una de las más celosamente
guardadas de las prerrogativas sacerdotales, involucrando el gran cúmulo de leyes
dietéticas con todo el ritual de matanza, desangramiento, rechazo de "eso que
muere por sí mismo", y así sucesivamente. Todo esto era indudablemente un"mandamiento de hombres", aunque atribuido a Moisés, y la observancia estricta
de este ritual dietético fue sostenida por ser de la importancia más alta para los
Fariseos, Ezekiel (el lector recordará) siendo ordenado por el Señor para comer
excremento para reparar las iniquidades de las personas", había suplicado su
observancia inagotable de las leyes dietéticas y había tenido su castigo algo
mitigado en ese relato. Los discípulos incluso, estaban aparentemente bajo tanta
influencia de esta tradición dietética que ellos no podían entender cómo "aquello
que sale de la boca" podría manchar a un hombre, en lugar de lo que se ingería, y
pidieron una explicación, comentando que los Fariseos estaban "ofendidos,
después de que ellos oyeron este refrán."
La verdad simple que Jesús les dio entonces era una herejía abominable para los
Fariseos: "¿No entendéis, que cualquier cosa que entre en la boca va al estómago y
se expulsa? Pero esas cosas que proceden de la boca vienen del corazón; y ellas
manchan al hombre. Al salir del corazón vienen los malos pensamientos, los
asesinatos, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las
blasfemias: éstas son las cosas que manchan a un hombre; pero comer con
alguien que no se ha lavado no mancha a un hombre".
Este último comentario era otra ofensa punible bajo la Ley y los Fariseos
comenzaron a reunirse para el asesinato. Prepararon las famosas preguntas
trucadas: "Entonces fueron los Fariseos y pidieron consejos cómo podrían
enredarlo en su charla". Las dos preguntas principales eran "A quien le rendiremos
el tributo? " y "Quién entonces es mi prójimo? " Una mala respuesta a la primera lo
entregaría al [65] castigo del gobernante extranjero, Roma. Una mala respuesta a la
segunda les permitiría a los Fariseos que lo denunciaran al gobernante extranjero
como un ofensor contra su propia Ley, y poder exigir su castigo.
Este es el método imaginado anteriormente por Jeremías y todavía en uso hoy en
día, en el Vigésimo Siglo. Todos los que han tenido que enfrentar el debate público
en nuestro tiempo, conoce las preguntas con truco, cuidadosamente preparadas de
antemano, y la dificultad de responderla ante la incitación del momento. A los
polemistas profesionales se les conocen varios métodos para eludir la trampa (por
ejemplo, diciendo "Ningún comentario", o contestando con otra pregunta). Dar una respuesta completa, en lugar de acudir a las tales evasiones, evitando la trampa
de incriminación y aun así manteniendo los principios en la estaca es una de las
cosas más difíciles conocidas para el hombre. Exige la calidad más alta en rapidez
de respuestas, presencia de mente y claridad de pensamiento. Las respuestas dadas
por Jesús a estas dos preguntas han permanecidos por los tiempos como modelos que el hombre mortal sólo puede esperar emular.
"¿Díganos por consiguiente, que piensa usted? ¿Es legal dar el tributo al César, o
no? " (el tono afable de la sincera pregunta puede oírse). "Pero Jesús percibió su
maldad y dijo, ¿Por qué me tentáis vosotros, vosotros los hipócritas? . . . Dad al
Cesar las cosas que son del César y a Dios las cosas que son de Dios.
Cuando ellos oyeron estas palabras, se maravillaron, y lo dejaron y tomaron su
camino."
En la segunda ocasión, "un cierto abogado se puso de pie y lo tentó, diciendo, ¿Qué
puedo hacer yo para heredar la vida eterna?” En su respuesta Jesús barrió
nuevamente un gran cúmulo de la Ley Levítica y reiteró las dos esenciales: "Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón. . . y al prójimo como a ti mismo". Entonces
vino la trampa cebada: "Y quién es mi prójimo?”
¿Qué hombre mortal habría dado la respuesta que dio Jesús? Ninguna duda
cualquier hombre mortal, sabiendo como Jesús que su vida estaban en la estaca,
habría dicho lo que ellos creyeron, ya que los mártires son algo raro.
Pero Jesús hizo mucho más de eso; desarmó a su interrogador como un experto
espadachín que fácilmente envía la estocada de su antagonista al aire. Estaba
siendo incitado para declarar por sí mismo abiertamente; para decir que "el
pagano" también era un "prójimo", y así declararse el mismo culpable de
transgredir La Ley. De hecho él contestó en este sentido, pero de tal manera que el
interrogador fue deshecho; raramente estaría un abogado tan confundido.
La enseñanza Levítica-farisaica era que sólo los Judeanos eran los "prójimos", y
que de todos los paganos proscritos, ellos abominaban sobre todo a los
Samaritanos (por las razones antes indicadas). El sólo tocar a un Samaritano era
deshonra y una "trasgresión" mayor (esto continúa verdad hasta el presente día). El
propósito de la pregunta formulada era atraer a Jesús hasta alguna declaración que
lo calificaría para la prohibición mayor; mediante la elección de los Samaritanos, de
entre todos los pueblos, con el propósito de su respuesta, él desplegó una audacia, o
genialidad, que era más que humana:
Él dijo que un cierto hombre cayó entre ladrones y fue dejado por muerto.
Entonces vino [66] "un sacerdote" y "tan igual como un Levita" (el reproche agudo
normal para aquellos que buscaban la oportunidad para darle muerte), el cual"pasó por el otro lado". Finalmente vino "un cierto Samaritano" que curó las
lesiones del hombre y lo llevó a una posada, y pagó por su cuidado: "¿Quién de esos
tres ahora, piensa usted, fue el prójimo de aquel que cayó entre los ladrones?”
El abogado, acorralado, no podría llegar a pronunciar el manchado nombre"Samaritano"; por lo tanto él dijo: "Aquel que mostró misericordia en él" y con ello
se unió a sí mismo (como probablemente lo comprendió demasiado tarde) a la
condenación de aquellos de quienes hablaba, tal como "el sacerdote" y "el Levita".
"Entonces dijo Jesús le dijo, “Vaya, y hágalo igualmente”. En estas pocas palabras,
y sin alguna alusión directa, él destrozó a su interrogador, salió de su propia boca,
toda la herejía racial en que la Ley había sido levantada.
Un crítico moderado del Judaísmo, el Sr. Montefiore, ha hecho la queja que Jesús
hizo una excepción a su regla de "ama a tu enemigo"; él nunca dijo una buena
palabra para los Fariseos.
Los estudiosos pueden debatir el punto. Jesús supo que ellos le matarían a él o
cualquier hombre que los expusiera. Es verdad que él acusó especialmente a los
Fariseos, junto con los escribas, y claramente vio en ellos la secta responsable de la
perversión de la Ley, por lo que toda la literatura de denuncias no contiene nada
que iguale a esto:
¡"La desgracia en ustedes, escribas y Fariseos, hipócritas! ya que habéis
cerrado la puerta al reino de los cielos para los hombres; no entráis vosotros
ni dejáis entrar a aquellos que están entrando. . . vosotros que recorréis mar
y tierra para hacer un prosélito, y cuando él está hecho, vosotros le hacéis
más hijo del infierno que vosotros mismos… Vosotros pagáis diezmo de
menta y anís y comino, y habéis omitido las materias más pesadas de
la ley, juicio, misericordia y fe.”
“… limpias el exterior de la taza y de la fuente, pero dentro de ellos está lleno
de extorsión y exceso. . . gustáis de blancos sepulcros que de hecho hace
aparecer el exterior hermoso, pero por dentro están llenos de huesos de
hombres muertos, y de toda la suciedad. . . construyes las tumbas de los
profetas, y adornas los sepulcros del virtuoso, y dices, si nosotros
hubiésemos estado en los días de nuestros padres, no habríamos
compartido con ellos en la sangre de los profetas. Por lo cual das
testimonio de vosotros mismos que sois los hijos de aquellos qué
mataron a los profetas. Vosotros también llenáis la medida de
vuestros padres. Vosotros serpientes, vosotros generación de víboras. . . "
Algunos críticos profesan encontrar las últimas seis palabras sorprendentemente
duras. Sin embargo, si ellos se leen en el contexto de las tres frases que los
preceden, verán que son una alusión explícita a su propio fin acercándose, dichas
por un hombre cerca de morir a aquellos que estaban a punto de darle muerte, y en
tal momento, cualquier palabra difícilmente podría ser suficiente. (Sin embargo,
incluso el reproche mortal, "Vosotros también llenáis la medida de vuestros
padres", tendría más tarde una continuación: "Padre, perdónalos; porque ellos no
saben lo que hacen".)
El fin se acercaba. Los "sacerdotes principales, y los escribas, y los superiores" (el [67]
Sanedrín) se reunió bajo el alto sacerdote Caiaphas para concertar las medidas
contra el hombre que disputa su autoridad y su Ley. El único Judeano entre los
discípulos galileos, Judas Iscariot, guiaba a "la gran multitud" con las espadas y
duelas", enviadas por los "sacerdotes principales y superiores del pueblo", al jardín
de Gethsemane e identificó al hombre que ellos buscaban por el beso de la muerte.
Este Judas merece una mirada de repaso. Fue canonizado dos veces en el Vigésimo
Siglo, una vez en Rusia después de la Revolución Bolchevique, y nuevamente en
Alemania, después de la derrota de Hitler, y estos dos episodios indicaron que la
secta, la cual era más poderosa que Roma, en Jerusalén al inicio de nuestra era, era
una vez más supremamente poderosa en Occidente en el Vigésimo Siglo.
Según San Mateos, Judas se colgó después y si él escogió la forma de muerte como"maldito de Dios", su acción probablemente no le trajo algo de felicidad. Para los
historiadores Sionistas de la escuela del Dr. Kastein, Judas es una figura simpática;
el Dr. Kastein explica que era un buen hombre que se defraudó de Jesús y por
consiguiente "clandestinamente rompió" con él (las palabras "clandestinamente
rompió" sólo podrían ocurrir en la literatura Sionista).
Los Fariseos que controlaban el Sanedrín, juzgaron primero a Jesús, ante lo que
hoy se llamaría una "Corte Judía". Posiblemente un "Tribunal Popular" podría ser
una mejor descripción en el idioma actual, ya que fue indicado por un"informante", detenido por una chusma, llevado ante un tribunal sin autoridad
legítima, y condenado a muerte después que falsos testigos habían hablado para
inventar las acusaciones.
Sin embargo, los "sabios" quienes desde este punto en adelante tomaron el mando
de los eventos, exactamente en la misma forma como los "consejeros" que
controlan los eventos en de nuestro siglo, inventaron las acusaciones que
merecieron la muerte bajo su "Ley" e igualmente bajo la ley del gobernante
romano. Bajo "la Ley Mosaica", Jesús había cometido la blasfemia de afirmar ser el
Mesías; bajo la ley romana, había cometido traición al afirmar ser el rey de los
judíos.
El gobernador romano, Pilato, intentó con uno tras otro dispositivo, evitar
obedecer la demanda de estos imperiosos "sabios" que el hombre debía ser
condenado a muerte.
Este Pilato era el prototipo del político británico y norteamericano del Vigésimo
Siglo. Él temía en última instancia al poder de la secta, más que cualquier cosa. Su
esposa le instó que no se inmiscuyera en el negocio. Intentó, de la forma política,
pasar la responsabilidad a otro, a Herodes Antipas cuya gobernación incluía
Galilea; Herodes lo envió de vuelta. Pilato intentó resolver el asunto con una pena
de azotes, pero los Fariseos insistieron en la muerte y amenazaron con denunciar a
Pilato en Roma: "Usted no es amigo del César".
Ésta fue la amenaza a la cual Pilato se rindió, tal como un Gobernador británico
después de otro, un representante de las Naciones Unidas después de otro, se
rindieron en el Vigésimo Siglo ante la amenaza que serían difamados en Londres o
Nueva York. Evidentemente Pilato, como estos hombres diecinueve siglos después,
sabían que su casa de gobierno le repudiarían o lo cambiarían de sitio si él se
negara a hacer lo que le ordenaban [68].
El parecido entre Pilato y algunos gobernadores británicos del período entre la
Primera y Segunda Guerra Mundial es fuerte, (y por lo menos uno de estos
hombres lo conoció, ya que cuando telefoneó a un poderoso rabino Sionista en
Nueva York, preguntó jocosamente, tal como lo relata, que el alto Sacerdote
Caiaphas sea informado que Pontius Pilato estaba en la línea).
Pilato hizo uno otro intento de que el hecho fuese responsabilidad de otras manos:"Tómenle a él con vosotros, y júzguenle según vuestra ley". Con la facilidad de la
larga experiencia, se le contestó: "no es legal para nosotros dar la muerte a algún
hombre."
Después de eso, intentó salvar a Jesús dándoles la opción al "pueblo" entre
perdonar a Jesús o a Barrabás, el ladrón e incluso asesino. Probablemente Pilato
tenía la pequeña esperanza de esta vecindad, ya que "el pueblo" y "la chusma" son
sinónimos y la justicia y la misericordia nunca vinieron de una chusma, tal como
Pilato debería haber sabido; la función de la chusma siempre es hacer la voluntad
de las sectas poderosas. Así, "los sacerdotes principales y sabios persuadieron a
la multitud que ellos debían pedir por Barrabás, y destruir a Jesús."
En esta persuasión de la multitud, la secta es igualmente poderosa hoy en día.
Mientras más pasa el tiempo, más brillante es la luz de colores de esa escena finalúnica. La túnica de color escarlata, el cetro simulado, la corona de espinas y la
burlesca pantomima de homenaje; sólo las mentes Farisaicas podrían inventar ese
ritual de burla que hoy fortalece el efecto de la victoria de la víctima tan
enormemente. El camino al Calvario, la crucifixión entre dos ladrones: Roma, en
ese día, cumplió la orden de los Fariseos, tal como Persia, quinientos años antes,
había cumplida la de los Levitas.
Estos Fariseos les habían enseñado a las personas de Judea a esperar un Mesías, y
ahora había crucificado al primer demandante. Esto significaba que el Mesías
todavía estaba por venir. Según los Fariseos, el rey Davídico todavía tenía que
aparecer y exigir su imperio del mundo, y ésa es aun la situación hoy.
El Dr. Kastein, en su estudio del Judaísmo desde sus inicios, consagra un capítulo a
la vida de Jesús. Después de explicar que Jesús fue un fracaso, él desecha el
episodio con las características palabras, "Su vida y muerte es nuestro asunto".
Siguiente
Anterior
Contenido
Inicio
Indice |