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Capítulo 12
La luz y la sombra
Antes de que Jerusalén se desplomara en el 70 DC, dos grupos de viajeros
atravesaron sus puertas. Los discípulos que abrían paso a un nuevo mensaje para la
humanidad, que la Cristiandad había nacido. Y los Fariseos, que previendo el
destino que habían traído sobre Jerusalén, se trasladaban a un nuevo cuartel
central desde el cual (como desde la Babilonia de antaño) la secta gobernante
podrían ejercer el orden sobre "los judíos", dondequiera que ellos vivieran en el
mundo.
Estos dos pequeños grupos de viajeros eran la vanguardia de los partidos de la luz y
de la oscuridad que, como un hombre y su sombra, han pasado desde entonces, por
los siglos, y siempre hacia Occidente.
La crisis del "Occidente" hoy en día, se remonta directamente atrás, hace
diecinueve siglos, hasta esa partida desde una Jerusalén condenada, ya que los dos
grupos llevaban hacia occidente las ideas que nunca podrían reconciliarse. Una
tendría que prevalecer sobre la otra, más temprano o más tarde, y la gran
propuesta para la victoria de la idea destructiva está viéndose en nuestra
generación.
En los siglos de la historia de Occidente siempre está, en esencia, la lucha entre las
dos ideas. Cuando "la Ley" según los Levitas y Fariseos estaba en ascenso, los
occidentales hacían esclavos a los hombres, llevaba a los herejes antes una
inquisición, mataban a los apostatas, y se rendían a las visiones primitivas de la
Raza-de-Amos; así el Vigésimo Siglo fue el tiempo de la peor recaída en Occidente.
Cuando los hombres occidentales liberaban a los hombres y naciones, establecían
la justicia entre ellos, diseñaban el derecho a un juicio justo y abierto, repudiaban el
supremacismo racial y reconocían la paternidad universal de Dios, seguían la
enseñanza de aquel, quién había venido a "completar la Ley."
Los romanos, cuando tomaron Jerusalén, acuñaron medallas con la inscripción,"Judaea devicta, Judaea capta" [Judea sometida, Judea capturada]. Ésta era una
apología prematura; Jerusalén podría estar en ruinas y Judea estar vacía de judíos,
pero la secta gobernante estaba libre y victoriosa. Sus antagonistas alrededor del
templo habían sido barridos por el conquistador y ya se habían establecido en su
nuevo "centro" hacia el cual se había retirado, antes de la caída de la ciudad.
Los Fariseos eran los supremos en esta nueva ciudadela tal como los Levitas en
Babilonia, pero en el mundo exterior observaban un nuevo enemigo. La secta que
creía que el Mesías había aparecido, y se llamaban Cristianos, no reconocían
enemistad; al contrario, su principio gobernante era "ama a tus enemigos". Pero
como el primer principio de la ley Farisaica era "odia a tus enemigos", esto era en sí
mismo, una afrenta deliberada y desafiaba a los superiores en su retirada.
Ellos vieron desde un principio que la nueva religión tendría que ser destruida si
querían que su "Ley" prevaleciera, y ellos no fueron detenidos por las voces de
advertencia que (en esta coyuntura como en ocasiones previas y posteriores) se
escucharon dentro de sus propias líneas; por ejemplo, las palabras de Gamaliel,
cuando el alto sacerdote y el concejo estaban a punto de azotar a Pedro y a Juan por
predicar en el templo dijo: "Consideren bien lo que ustedes están a punto de hacer.
Si éste es el trabajo de hombres, pronto caerá a la nada [72]; pero si es el trabajo de
Dios, ustedes no lo podrán destruir". La mayoría de los Fariseos sentían que era
suficiente, en su propia Ley hecha por los hombres, para "destruirlo", y si fuese
necesario para trabajar durante siglos en esa tarea.
Así los Fariseos, cuando dejaron a los Judeanos sobrevivientes a su destino y
prepararon su nuevo Cuartel central en Jamnia (todavía en Palestina), tomaron sus
oscuros secretos de poder sobre los hombres en un mundo diferente de cualquiera
otro antes de él.
Previamente su credo tribal había sido uno entre muchos credos tribales. La
venganza de sangre había sido la regla entre todos los hombres y clanes. El vecino"pagano" podría haber estado alarmado por la especial fiereza y el carácter
vengativo del credo Judaico, pero no había ofrecido nada que fuese más ilustrado.
Desde este momento y en adelante, sin embargo, la secta gobernante fue
confrontada por un credo que directamente controvertía cada principio de su
propia "Ley", tal como el blanco controvierte el negro. Es más, esta nueva idea en el
mundo, por la forma y lugar de su nacimiento, era para siempre un reproche a
ellos.
Los Fariseos en su fortaleza se prepararon para vencer a esta nueva fuerza que
había surgido en el mundo.
Su tarea era más grande que aquella de los Levitas en Babilonia. El templo fue
destruido y Jerusalén fue despoblada. La tribu de Judah había sido largo tiempo
atrás destruida; ahora la raza de los Judeanos se estaba disolviendo.
Allí quedaba una "nación judía", compuesto de personas de muchas mezclas de
sangre que se habían extendido por el mundo conocido y tenía que ser mantenida
unida por el poder de la idea tribal y del "retorno" a una tierra "prometida" a un"pueblo especial"; esta nación dispersada tenía también que ser mantenida
convencida de su misión destructiva entre las naciones dónde ellos moraban.
"La Ley", en la forma que ya había sido conocida para el mundo exterior, no podría
enmendarse nuevamente o agregarse nuevos capítulos históricos a ella. Es más,
Jesús había dirigido sus reproches específicamente a la falsificación de estos"mandamientos de hombres" por los escribas. Había sido asesinado, pero no había
sido controvertido ni se le había dado el golpe de gracia (tal como el crecimiento de
la secta cristiana lo demostraba). Así su acusación sobre la Ley estaba en pie y era
tan conclusiva, que incluso los Fariseos no podían esperar convencer alguien
simplemente llamándole un trasgresor de ella.
No obstante, la Ley necesitaba una constante reinterpretación y aplicación a los
eventos de los tiempos cambiantes, para que al "pueblo especial" siempre se le
pudiera mostrar que cada uno de los eventos, aun cuando paradójicos a primera
vista, eran de hecho eventos que cumplían la realización de Jehová. Los Fariseos en
Jamnia invocaron una vez más su afirmación que poseían los secretos orales de
Dios y comenzaron, bajo estos secretos, a reinterpretar los "estatutos y
mandamientos" para que éstos pudieran mostrarse en su aplicación contra la
Cristiandad. Éste fue el origen del Talmud, que en el efecto es la extensión anticristiana
de la Torah.
El Talmud se transformó, en el curso de los siglos, "en el muro de defensa
alrededor de la Ley"; la empalizada tribal exterior alrededor de la empalizada tribal
interna. La importancia yace en el período que fue comenzado: cuando Judea se
había ido, cuando "el pueblo" se había esparcido entre todas las naciones, y cuando
una nueva religión que estaba tomando forma, [73] enseñaba que Dios era el padre
de todos los hombres, no meramente el patrocinador de una tribu seleccionada.
Mirando atrás desde esta distancia en el tiempo, la tarea que los Fariseos
emprendieron parecía no tener esperanzas, ya que el deseo de llegar ser parte de la
humanidad debe ciertamente haber tenido un fuerte llamado a un pueblo
esparcido.
Los Fariseos, tal como los eventos lo han demostrado, tuvieron éxito en su gran
tarea. El Talmud fue eficaz interponiendo un cerco entre los judíos y las fuerzas de
integración propuestas por la Cristiandad.
Dos ejemplos de nuestro tiempo presente ilustran el efecto del Talmud, muchos
siglos después de su recopilación. Los hermanos Thoreau en sus libros, entregan al
estudioso diligente algunos raros vislumbres detrás de las paredes Talmúdicas; en
uno de sus libros describen al pequeño muchacho judío en Polonia que había sido
enseñado a escupir, muy mecánicamente, cuando pasaba por el camino del
Calvario y decir, "Maldito seas tú que creaste otra religión". En 1953, en Nueva
York, un joven misionero de la Iglesia cristiana de los Moravian en Jerusalén
describió la toma allí ,por los sionistas, de la casa de leprosos que tenía la iglesia
Moravian, llamada "La Misión de Jesús"; su primera acción fue cubrir con masilla
el nombre "Jesús" que por más de cien años estaba escrito sobre la puerta de la
casa.
Tales incidentes como estos (y la prohibición de la mención del nombre de Jesús)
deriva directamente de las enseñanzas del Talmud, las cuales en efecto fue otra"Nueva Ley" con una aplicación específicamente anti-Cristiana.
Por esta razón el próximo período en la historia de Sión es mejor descrito como el
período de los Talmúdicos o Talmudista, los anteriores son aquellos de los Fariseos
y de los Levitas.
Mientras los Fariseos Talmudistas, en su nueva academia en Jamnia, trabajaban en
la nueva Ley, las noticias de la vida de Jesús y las lecciones que entregó se
extendieron a través de los territorios de Roma.
Un Fariseo ayudó enormemente a extenderlas; Saúl de Tarsus partió de Jerusalén
(antes de su caída) para exterminar a los herejes en Damasco y antes que llegara
allí se transformó en un seguidor de Cristo. Predicó a los judíos y Gentiles por
igual, hasta que fue impedido de hacerlo, y él les dijo a los judíos, "era necesario
que la palabra de Dios hubiese sido entregada primero a vosotros; pero viendo que
vosotros la ponéis delante y juzgáis vosotros mismos de ser dignos de la vida
eterna, nosotros nos volvemos a los Gentiles."
El Dr. Kastein dice de Saúl, nombrado posteriormente Paúl, que "él hizo a todos
aquellos a quienes persuadió para creer en su profecía, renegados en el sentido más
amplio, tanto si ellos eran judíos o Gentiles."
Sin embargo, lo que Paúl (y otros) dijo, era de hecho inevitable en ese momento,
porque los hombres, por todas partes, estaban buscando hacia el Dios universal y
se volvieron a la enseñanza de Jesús como lo creciente hacia la luz. Posiblemente
este impulso en los hombres también era la razón por qué Jesús tenía que aparecer
entre el Judeanos; el credo Judaico era el tribalismo en su forma más fanática,
incluso en ese momento, y, como cada acción produce su reacción, la contra-idea
estaba ligada para aparecer donde la presión era la más grande. [74]
Éste era un momento fatal para esa gran área, entonces poco conocida y poco
poblada, el cual es hoy llamado 'El Occidente'. Si los discípulos no hubiesen vuelto
sus rostros hacia Occidente, el término, "el Occidente", y lo que él simboliza, nunca
podría haber ocurrido.
Lo que se llama "civilización Occidental" no puede concebirse sin la Cristiandad.
Durante los diecinueve siglos que siguieron la muerte de Jesús, Occidente mejoró
tan grandemente que dejó atrás al resto del mundo. En las cosas materiales su
adelanto era tan grande que en el momento cuando este libro fue escrito, estaba al
borde de la conquista del espacio; estaba a punto de abrir el universo a la
exploración por el hombre. Pero eso era la parte menor de su logro.
Su desarrollo más grande estaba en el campo del espíritu y del comportamiento del
hombre hacia el hombre. Occidente estableció el derecho de los hombres a la
imputación pública y a un juicio abierto o la liberación, (un derecho que estaba
nuevamente en riesgo en el Vigésimo Siglo) y éste fue el adelanto más grande en
toda la historia del hombre; en la supervivencia o destrucción de este logro
depende su futuro.
La sombra que siguió a los discípulos fuera de los portales de Jerusalén, antes que
los romanos entraran, también siguieron a la Cristiandad hacia occidente y la
obstinada secta Talmúdica lo ha hecho durante todos aquellos siglos. Occidente en
el siglo XX, se transformó en el escenario de la lucha entre las naciones que habían
surgido con la Cristiandad y la secta dedicadas a la idea destructiva.
No sólo occidente está envuelto en su asunto. Aproximadamente quinientos años
después de la vida de Jesús, el impulso instintivo de los hombres para buscar un
Dios produjo otro desafío al racialismo Talmúdico, y esta vez vino de entre las
masas Semíticas. Los Árabes, también, lograron el concepto de un Dios de todos los
hombres.
Mahoma (desechado por el Dr. Kastein como "un beduino educado a medias"), tal
como Saúl en camino a Damasco, tuvo una visión de Dios. Su enseñanza de muchas
formas se pareció a aquella de Jesús. Sostuvo que Jesús había sido como Abraham
y Moisés, un profeta de Dios (no el Mesías). Se consideró como sucesor de Moisés y
de Jesús y como profeta de Dios, a quien él llamó Alá. Había sólo un Dios, Alá, el
creador de la humanidad, y Alá no era el dios tribal de los Árabes, sino el Dios de
todos los hombres.
Esta religión, como la Cristiandad, enseñaba que no había que tener odio contra
otras religiones. Mahoma mostraba sólo reverencia hacia Jesús y su madre (los
cuales, ambos, son objeto de mofas profanas en la literatura Talmúdica).
Sin embargo, Mahoma sostuvo que los judíos eran una fuerza destructiva, dedicada
a ello. El Corán dice de ellos, “A menudo cuando ellos encienden el fuego de
la almenara para la guerra, deba Dios apagarlo. Y su objetivo será
incitar al desorden en la tierra; pero Dios no ama a los cómplices del
desorden”. Durante los siglos los hombres más sabios hablaron así del credo
tribal y de la secta, hasta el Vigésimo Siglo de nuestra era, cuando la discusión
pública de este asunto fue virtualmente suprimida.
Así nació el Islam, y se extendió sobre la parte meridional de lo conocido [75] en el
mundo, tal como la Cristiandad se extendió en occidente y el Budismo, más
temprano, sobre Oriente. Las grandes corrientes comenzaron a moverse, como si
fuesen hacia una confluencia en algún día distante, porque estas religiones
universales no tienen principios que sean como el agua y el aceite y están de
acuerdo en repudiar la idea destructiva y de la Raza-de-Amos.
La Cristiandad y el Islam se extendieron y abrazaron a grandes masas de la
humanidad; el impulso que entró en los hombres quedó claro. Muy lejos de estas
religiones universales quedó el Judaísmo, en su enclaustramiento tribal,
celosamente vigilado por la secta interna.
En el Vigésimo Siglo esta secta poderosa pudo se capaz de llevar a la Cristiandad y
al Islam al borde de la guerra destructiva entre sí. Si la presente generación ve este
choque, el espectáculo será aquel de una gran religión universal que combate con
otra con el propósito de preparar el credo de la "Raza-de-los-Amos."
Hacia este extraño desenlace, diecinueve siglos adelante, van los dos partidos de
hombres que salieron de Jerusalén hace largo tiempo atrás.
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