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Capítulo 18
El interrogatorio Napoleónico
Cuando Napoleón alcanzó su vertiginosa cima de poder, se presumía que esperaba
hacer grandes cosas por Francia y por los franceses, así como también para él
mismo (y su familia).
Muy poco después él se transformó en el Emperador (o posiblemente incluso antes
de aquello) encontró que uno de los problemas más difíciles que lo confrontaría, no
era en absoluto un asunto francés, sino uno extranjero: "¡el asunto judío!", este
había atormentado las vidas de las personas durante siglos; no más rápido fue
persuadido el Papa y la corona imperial que la cabeza de Napoleón, que estalló
detrás del trono de Napoleón, para atormentarlo.
De la forma napoleónica él tomó el problema por la garganta e intentó extraer una respuesta de estos para la eterna pregunta: ¿Deseaban de verdad los judíos volverse
parte de la nación y vivir por su ley, o secretamente reconocían otra ley que les
ordenaba destruir y dominar a las personas entre quien moraban?
Sin embargo, esta famosa interrogante era el segundo intento de Napoleón para
resolver el enigma judío y el recuento del anterior que es poco conocido, debería
contarse brevemente.
Napoleón fue uno de los primeros hombres en concebir la idea de conquistar
Jerusalén para los judíos y así "dar cumplimiento a la profecía", en la frase
actualmente de moda. Puso el ejemplo imitado en el presente siglo por todos esos
líderes británicos y norteamericanos quienes probablemente sentirían aversión de
ser comparados con él: los Sres. Balfour y Lloyd George, Woodrow Wilson,
Franklin Roosevelt y Harry Truman, y Winston Churchill.
La ventura de Napoleón fue tan efímera que la historia no dice casi nada de él o de
sus motivos. Como él no era todavía gobernante de Francia en ese momento, era
solamente el comandante en jefe, puede que esperaba meramente ganar el apoyo
militar de los judíos del Medio Oriente para su campaña allí. Si él ya se imaginaba
como Primer Cónsul y Emperador, puede que él, (como Cromwell) haya buscado el
apoyo monetario de los judíos de Europa en esa ambición mayor.
¡En cualquier caso, él fue el primer potentado europeo (como comandante militar
supremo que era realmente) para cortejar los favores de los gobernantes judíos,
prometiéndoles Jerusalén! Haciendo esto, abrazó la teoría de la nación-estado
judía que más tarde incriminó.
La historia es auténtica pero breve. Descansa completamente en dos informes
publicados en el 'París Moniteur' de Napoleón en 1799, cuando estaba a cargo de
la expedición francesa enviada a combatir el poder inglés a través de Egipto.
El primero, datado desde Constantinopla el 17 de abril de 1799, y publicado el 22 de
mayo de 1799, decía:"Bonaparte ha publicado una proclama en la cual invita a todos los judíos de Asia y
de África para venir y ponerse bajo su bandera para restablecer la antigua
Jerusalén. Él ya ha armado un gran número y sus batallones están amenazando
Aleppo".
Esto es explícito; Napoleón estaba trabajando para “cumplir la profecía" en materia
del “retorno ". [126]
El segundo informe apareció en Moniteur unas semanas después y decía, "No es
solamente para entregarle Jerusalén a los judíos, que Bonaparte ha conquistado
Siria; él tiene planes mucho más amplios. . . "
Posiblemente Napoleón había recibido noticias de los efectos que el primer informe
había producido en Francia dónde esta alusión, que la guerra contra Inglaterra
(como la revolución contra los "reyes y sacerdotes") podría transformarse
principalmente en ventaja judía, no se recibió bien; alternativamente, puede haber
transformado a los ingleses en mejores personas entre los pueblos árabes de lo que
podría hacer Bonaparte alguna vez entre los judíos.
La burbuja se evaporó en ese punto, ya que Napoleón nunca alcanzó Jerusalén. Dos
días antes que el primer informe se publicara por el distante Moniteur, él ya
estaba en retirada hacia Egipto, frustrado por un obstinado inglés en Acre.
El estudioso de hoy se siente algo de resentimiento que la oferta de Napoleón a los
sionistas fuese cortada tan pronto, porque si el hubiese podido presionar adelante
con esto, una delegación de superiores sionistas podrían haber pronto examinado
su linaje (como Cromwell, anteriormente) para buscar algún rastro de
descendencia Davídica que lo calificaría para ser proclamado el Mesías.
Así todo lo que queda hoy de esta aventura de Napoleón, es un comentario
significante hecho sobre él en nuestro tiempo por el Sr. Philip Guedalla (1925): "Un
hombre enfurecido había errado, tal como pensó su destino. Pero una raza paciente
todavía esperaba; y después de un siglo, cuando otros conquistadores habían
andado con paso fuerte los mismos caminos polvorientos, se vio que nosotros no
habíamos errado el nuestro."
La referencia es a las tropas británicas de 1917, quién en esta típica presentación
Sionista de la historia, son meros instrumentos en el cumplimiento del destino
judío, una rol en que Napoleón falló. El Sr. Guedalla profirió estas palabras en
presencia del Sr. Lloyd George, Primer Ministro británico en 1917, quién había
enviado a esos soldados a lo largo de esos mismos "caminos polvorientos". El Sr.
Lloyd George pudo así ponerse ante la luz de la mirada aprobadora de un público
que lo miraba como "un instrumento en las manos del Dios judío" (Dr. Kastein).
En 1804 Napoleón fue coronado Emperador; y por 1806 "el asunto judío" era tan
grande entre sus cuidados que hizo su famoso segundo intento por resolverlo.
En medio de todas sus campañas, estaba concentrado en esto, tal como muchos
potentados ante que él, y ahora probaba el método inverso para establecerlo:
habiendo emprendido la tarea brevemente para restaurar la "Antigua Jerusalén" (y
así la nación judía), exigió ahora que los judíos escogieran públicamente entre la
nación-estado separada o la integración a la nación donde ellos moraban.
Para los franceses esto tenía mal olor en ese momento, debido a los favores que
(ellos dijeron) él mostraba hacia los judíos. Las quejas y apelaciones solicitando
protección contra ellos se dirigieron a él, para que él dijera al Concejo de Estado,"Estos judíos son langostas y orugas, ellos devoran mi Francia. . . Ellos son una
nación dentro de la nación." Incluso el Judaísmo Ortodoxo en ese momento negó vigorosamente esta
descripción [127].
El propio Concilio Estatal estaba dividido y en duda, por lo cual Napoleón convocó
a 112 representantes importantes del Judaísmo, de Francia, Alemania e Italia, para
venir a París y contestar una lista de preguntas.
El extraño mundo en el cual Napoleón fijó sus pies es poco entendido por los
Gentiles. Es iluminado por las siguientes dos citas:
"Debido a la aceptación de la idea del Pueblo Escogido y de salvación, el mundo
judío era Judeo céntrico, y los judíos podrían interpretar todo lo que sucedía sólo
desde el punto de vista de ellos mismos como centro" (Dr. Kastein).
'El judío construyó una historia entera del mundo de la cual él mismo se hizo el
centro; y de este momento, es decir, desde el momento que Jehová hace el convenio
con Abraham, el destino de Israel forma la historia del mundo, de hecho, la historia
de todo el cosmos, la única cosa que le causó problemas al Creador del mundo. Es
como si los círculos siempre se volvieran más estrechos; finalmente solo quedaría
el punto central: el Ego" (Sr. Houston Stewart Chamberlain).
Una de estas autoridades era un judío Sionista y la otra es, lo que el primero
llamaría un anti-semita; el lector verá que ellos están en perfecto acuerdo sobre la
esencia del credo Judaico.
De hecho, el estudioso de este asunto encuentra que realmente no existe ninguna
discordancia sobre estas materias, entre los estudiosos Talmúdicos-judíos y
aquellos objetores a quienes ellos acusan de prejuicios; de lo cual los extremistas
judíos realmente se quejan, es que cualquier crítica debían hacerse desde
posiciones "fuera de la ley"; esto es para ellos intolerable.
Las preguntas inventadas por Napoleón muestran que, a diferencia de los políticos
británicos y norteamericanos de este siglo que han alentado el Sionismo, él
entendió perfectamente la naturaleza del Judaísmo y el problema de las relaciones
humanas que surgía de allí. Él supo que, según la Ley Judaica, el mundo se había
creado, en una fecha precisamente determinada, solamente para los judíos y todo
lo que pasara en él (incluyendo tal episodio como aquel de su propia fama y poder)
era calculado simplemente para provocar el triunfo judío.
Napoleón en su día comprendió la teoría Judaica tal como la expone, en este siglo,
el Dr. Kastein respecto al Rey Cyrus de Persia y su conquista de Babilonia en 538
A.C.:
"Si el rey más grande de la era llegó a ser un instrumento en las manos del
Dios judío, significaba que este Dios era uno que no sólo determinaba la suerte de
una persona sino que determinaba la suerte de todos los pueblos;
determinaba el destino de naciones, el destino de todo el mundo".
Napoleón se había ofrecido para hacerse "un instrumento en las manos del Dios
judío" con respecto a Jerusalén, pero había sido impedido por el defensor de Acre.
Ahora era el Emperador y no estaba preparado para ser "un instrumento", ni
habría aceptado la proposición en absoluto.
Estaba preparado para hacer que los judíos se pusieran de pie y declararan su
obediencia, y astutamente inventó preguntas que eran igualmente imposible de
responder sin repudiar [128] la idea central, o de evadir sin incurrir en el reproche
posterior de falsedad. El Dr. Kastein llama a las preguntas "infames", pero eso sólo
está basado en el espíritu antes mencionado, que cualquier pregunta de un ser
fuera de la Ley es infame.
También es verdad que; si pudiera un hombre mortal encontrar una respuesta al"asunto judío" Napoleón lo habría encontrado, ya que su interrogatorio fue al
corazón mismo de la materia y dejó a los hombres honestos sólo con la opción
entre una promesa de lealtad y la admisión de una abierta deslealtad confirmada.
Los delegados, elegidos por las comunidades judías, vinieron a París. Ellos estaban
en un dilema. Por una parte, habían sido formados en la antigua fe, que deberían
seguir siendo un pueblo "separado" para siempre, escogido por Dios para"derrumbar y destruir" a otras naciones y en un futuro para "volver" a una tierra
prometida; por otro lado, ellos simplemente estaban entre los primeros de aquellos
emancipados por la revolución, y el general más famoso de esa revolución que los
interrogaba había, alguna vez, trabajado para "restablecer la antigua Jerusalén".
Ahora este hombre, Napoleón, les pedía que dijeran si eran parte de la nación queél gobernaba, o no.
Las preguntas de Napoleón fueron, como las flechas a un blanco, directas a los
principios de la Torah-Talmud, en la cual la muralla entre los judíos y otros
hombres había sido construida. Las principales eran, ¿Permitía la Ley judía mezcla
en los matrimonios?; ¿Consideraban los judíos a los franceses como "extraños"
(extranjeros) o como hermanos?; ¿Consideran a Francia como su país natal, las
leyes que ellos fueron ligados para obedecer?; ¿Hacía la Ley alguna diferencia entre
deudores judíos y cristianos?
Todas estas preguntas encendieron las leyes discriminatorias, raciales y religiosas
que los Levitas (como capítulos anteriores lo mostraron) había apilado sobre los
mandamientos morales, y de esta forma los habían cancelado.
Napoleón con suma publicidad y formalidad puso ante los representantes judíos, las preguntas que el mundo durante siglos había estado haciendo.
Con esta feroz paliza sobre ellos, los notables judíos tenían sólo dos alternativas:
repudiar la Ley racial con toda sinceridad, o profesar el repudio mientras lo
negaban en secreto (un artilugio permitido por el Talmud).
Cuando Dr. Kastein dice, "Los estudiosos judíos que fueron llamados para refutar
los cargos, se encontraron en una posición sumamente difícil, ya que para ellos
todo en el Talmud era sagrado, incluso sus leyendas y anécdotas". Ésta
es la forma del Dr. Kastein para decir que ellos pudieron evadir las preguntas
solamente por la falsedad, porque no fueron llamados a refutar las acusaciones";
les pidieron meramente que contestaran honestamente.
Los delegados judíos afirmaron ardientemente que no existía hace ya largo
tiempo, algo así como una nación judía; que ellos no deseaban vivir en
comunidades cerradas, autónomas; que ellos eran en todos los efectos franceses y
nada más. Ellos [129] sólo cercaron el punto de los matrimonios mixtos; éstos,
dijeron, era permisible "bajo el derecho civil."
Incluso el Dr. Kastein se reprime para llamar al próximo movimiento de Napoleón
"un golpe de genio".
Estableció históricamente que si obligaba a contestar estas
preguntas vitales públicamente (vitales para la gente con quienes ellos viven) los
representantes del Judaísmo darían respuestas que o son falsas o ellos no podrían
darle efecto.
Los eventos de las décadas que siguieron mostraron que la demanda para separar
la nación-estado-dentro-de-naciones nunca se renunció por aquellos que de verdad
manejaron el poder en la judería.
Así Napoleón, en el fracaso, logró una victoria histórica por la verdad que retiene su
valor en nuestros días.
¡Buscaba dar la mayor forma obligatoria pública a las respuestas obtenidas por él,
las cuales comprometerían a los judíos por todas partes y para todo el futuro con
las tareas dadas por sus superiores, deseando que el Gran Sanedrín fuese
emplazado!
De todas partes de Europa, los 71 miembros tradicionales del Sanedrín, 46
rabinos y 25 hombres comunes, se dirigieron a París y se reunieron entre escenas
de gran magnificencia en febrero de 1807. Aunque el Sanedrín, como tal, no se
había reunido durante siglos, el "centro" Talmúdico en Polonia había dejado de
funcionar recientemente en forma pública, así que la idea de un cuerpo dirigente de
la Judería era real y vivo.
El Sanedrín fue más allá que los notables judíos en la integridad y ardor de sus
declaraciones; (a propósito, empezó dando las gracias a las iglesias cristianas por la
protección disfrutada en el pasado, y este tributo merece la pena compararlo con la
versión sionista de la historia en la era Cristiana, la cual sugiere que fue una larga
prueba de "persecución judía" en manos de los Cristianos).
El Sanedrín reconoció que la extinción de la nación judía era un hecho
cumplido. Esto resolvió el dilema central presentado por el hecho que la Ley, la
cual antes siempre se había sostenido de ser exclusivamente obligatoria para los
judíos, no permitía ninguna distinción entre el derecho civil y religioso. Ya que "la
nación" había dejado de existir, se proclamó que las leyes Talmúdicas de la
vida diaria ya no eran efectivas, pero la Torah, como la ley de fe, permanecía
inmutable; así dijeron los del Sanedrín. Si cualquier encontrón o disputa fuera a
ocurrir, las leyes religiosas serían sostenidas subordinadas a aquellas del estado
en que los judíos individuales vivían. Israel desde allí en adelante existiría sólo
como una religión, y ya no esperaba alguna rehabilitación nacional.
Fue un triunfo único para Napoleón (¿Y quién sabe cuánto puede haber
contribuido a su caída?). Los judíos se liberaron del Talmud; lograron un camino a
su re-integración con sus compañeros-hombres, y estar involucrado en la
humanidad, se volvió a abrir aquello que los Levitas habían cerrado hace más de
dos mil años atrás; el espíritu de discriminación y odio fue renunciado y
exorcizado.
Estas declaraciones formaron la base en que la demanda por las libertades civiles
plenas fue hecha y se realizaron a lo largo de Occidente por los años que siguieron.
Todas [130] las secciones del Judaísmo, conocido a Occidente las apoyaron.
Desde allí el Judaísmo Ortodoxo, con la cara vuelta hacia Occidente, negó
cualquier sugerencia que los judíos formaban una nación dentro de las naciones. El
Judaísmo reformista en ese momento "eliminó cada oración que expresara aun
cuando fuera la sospecha, de una esperanza o un deseo para cualquier forma de
resurrección nacional judía" (Rabino Moisés P. Jacobson).
La base fue cortada desde abajo para aquellos oponentes a la emancipación judía
en el Parlamento británico que mantenían que "los judíos esperan la venida de un
gran entregador, su retorno a Palestina, la reconstrucción de su templo, el
reavivamiento de su antiguo culto y por consiguiente, ellos siempre considerarán
que Inglaterra no es su país, sino meramente como su lugar de destierro" (citado
por el Sr. Bernard J. Brown).
Estas voces de advertencia expresaba la verdad. En menos de noventa años, las
declaraciones del Sanedrín napoleónico habían sido en efecto canceladas, así fue
como el Sr. Brown fue llevado a escribir:
"Ahora, aun cuando las igualdades civiles han sido establecidas firmemente por la
ley en casi cada tierra, el nacionalismo judío se ha vuelto la filosofía de Israel.
Los judíos no deben sorprenderse si las personas nos acusan que obtuvimos
igualdad antes la ley bajo falsas pretensiones; que nosotros todavía somos
una nación dentro de las naciones y que los derechos que nos
otorgaron deben revocarse."
Napoleón inconscientemente hizo un servicio a posteridad revelando el importante
hecho que las respuestas obtenidas por él, no tenían valor. La única-y-sola Ley, de
todo el pensamiento y la acción, estaba en lo que quedaba del siglo Decimonono,
impuesta en los judíos por sus gobernantes Talmúdicos, y por los políticos Gentiles
que les dieron la misma ayuda como Rey Artaxerxes se la dio a Nehemiah.
¿Fueron las respuestas sinceras o falsas cuándo fueron entregadas? La respuesta
probablemente puede estar dividida, así como el propio Judaísmo siempre ha
estado dividido.
No existe ninguna duda que los delegados tenían mucho en mente acelerando el
efecto que sus respuestas, tal como ellas fueron ideadas, llevaría a la concesión de
igualdad plena en otros países. Por otro lado, muchos de ellos deben haber
esperado seriamente que los judíos, a largo y en último lugar, podrían entrar en la
humanidad sin rechazos secretos, para la Judería este impulso para penetrar a
través de la prohibición tribal ha existido siempre, aunque siempre han regresado
derrotados por la secta gobernante.
La probabilidad existe que algunos de los delegados pensaron sinceramente lo que
ellos dijeron, y que otros "secretamente mintieron" (la frase es del Dr. Kastein) con
las lealtades que públicamente afirmaron.
El Sanedrín de Napoleón tenía una falla
básica. Representaba a los judíos de Europa, y éstos (que eran principalmente
Sepharditas) eran la autoridad perdedora en la Judería. El Centro Talmúdico y la
gran masa de "judíos Orientales" (los eslavos Ashkenazis) estaban en Rusia o Ruso-
Polonia, y Napoleón no pensó mucho en ese hecho, si es que le conocía. Estos
Talmudistas no estaban representados en el Sanedrín y las respuestas dadas eran
consideradas herejía por su Ley, porque ellos eran los [131] guardianes de las
tradiciones de los Fariseos y Levitas.
Las confesiones del Sanedrín llevaron a su fin al tercer período Talmúdico en la
historia de Sión. Fue aquel que comenzó con la caída de Judea en el año 70 DC,
cuando los Fariseos heredaron sus tradiciones a los Talmudistas, y al final de estos
diecisiete siglos, la eterna pregunta parecía, por las respuestas del Sanedrín, haber
sido resueltas.
Los judíos estaban listos para unirse con la humanidad y seguir el consejo de un
judío francés, Isaac Berr, que ellos deberían librarse "de ese espíritu estrecho, de
corporación y congregación, en todas las materias civiles y políticas no
directamente conectadas con nuestra ley espiritual. En estas cosas nosotros
debemos absolutamente aparecer simplemente como individuos, como franceses,
guiados sólo por un verdadero patriotismo y por el bien general de las naciones".
Eso significaba el fin del Talmud, "el cerco alrededor de la Ley".
Era una ilusión. En los ojos del estudioso Gentil de hoy, parece haber sido una gran
oportunidad desperdiciada. En los ojos del judío literal era un peligro espantoso
estrechamente evitado: el de envolvimiento común en la humanidad.
El cuarto período en esta narrativa comenzó entonces, el siglo de la"emancipación", el siglo 19.
Durante él, los Talmudista en Oriente se prepararon para cancelar lo que el
Sanedrín había afirmado, y para usar todas las libertades ganadas a través de la
emancipación, no para poner a los judíos y todos los otros hombres sobre una base
común, sino para acorralar a los judíos nuevamente, reafirmar su "separación" de
otros y su demanda de separar la nación que de hecho, debía ser la nación sobre
todas las naciones y no una nación-dentro-de-naciones.
Los Talmudista tuvieron éxito, con los resultados que nosotros estamos siendo
testigos en nuestra generación, que es el quinto período en la controversia de Sión. La historia de su éxito no puede separarse de aquella de la Revolución, a la cual
retorna esta narrativa.
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