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Capítulo 19
La revolución mundial
Para asegurar una sucesión ordenada, esta narrativa se ha llevado a cabo a través
del Sanedrín de Napoleón; las respuestas dadas por ellos cerraron el tercer período,
y abrieron el cuarto período en la historia de Sión, que empezó con la renuncia
pública de la nación separada y acabó, noventa años después, con la re-afirmación
pública de la nación separada en su forma más extremista.
Antes de que continúe en la cuarta fase, la narrativa debe ahora moverse atrás
veinte años, al comienzo de la revolución mundial, y considerar qué parte, si es
que existe alguna, fue jugada por "los judíos".
El siglo 19, en Occidente, difería de
los precedentes dieciocho siglos de la era cristiana en la emergencia de dos
movimientos con un objetivo convergente que a finales del siglo, dominaba todos
sus asuntos.
Uno de los movimientos, el Sionismo, apuntaba a volver a reunir una nación
dispersa en un territorio prometido a ellos por el dios judío; el segundo
movimiento, el Comunismo, apuntaba a la destrucción del separado nacionalismo
como tal.
Así estos dos movimientos aparecían a primera vista, opuestos uno a otro con
fuerza, ya que uno hacía del nacionalismo su religión, incluso su dios, y el otro
declaraba guerra a muerte al nacionalismo. Este antagonismo sólo era aparente, y
en la verdad, los dos movimientos corrían en huellas paralelas, no cabeza contra
cabeza hacia una colisión sino en el mismo sentido. Para el dios que prometió la
tierra a la nación que debía ser reunida allí, también le había prometido "ponerla
sobre todos los pueblos que existan sobre la faz de la tierra" y destruir a todas las
otras naciones "con una destrucción poderosa hasta que ellos sean destruidos". La
revolución mundial que perseguía el segundo de estos objetivos, cumplía así la
condición puesta para el primero de ellos; o por accidente o por planificación,
también estaba haciendo la voluntad de Jehová.
Siendo esto así, la tarea del historiador es averiguar, si es que puede, qué relación
existía entre los organizadores del Sionismo y aquellos organizadores de la
revolución mundial. Si no había ninguno, y el paralelismo del propósito era
coincidente, entonces la historia estaba haciendo evidentemente un poco de broma
con Occidente. Si la relación puede mostrarse, el modelo de los últimos 170 años,
prefigura la forma de los futuros eventos; en este caso la revolución mundial ha
sido la criada de Sión.
Estos 170 años probablemente han sido los más licenciosos y menos loables en la
historia de Occidente. Al comienzo del siglo 19 tenía detrás diecisiete siglos de
logros cristianos; el mundo nunca había tenido antes un hombre que mejorara
tanto a su propio estado y su conducta; incluso la guerra estaba siendo sujeta a un
código civilizado, y el futuro parecía cierto para continuar este proceso ascendente.
A mediados del siglo 20 muchos de estos logros se habían perdido; una área grande
de Occidente se había rendido al barbarismo Asiático; la pregunta si el restante de
Occidente y su fe podía incluso sobrevivir, claramente colgaba en la balanza y
probablemente se contestaría durante las décadas del cierre del siglo. [133]
El período que vio este deterioro fue el del levantamiento del poder Judaísta hasta
un nivel de influencia en los asuntos de Occidente que difícilmente algún potentado
o pontífice, doctrina o dogma europea habían logrado alguna vez. El cuadro de este
poderío inflado, extendiendose sobre Europa como un nubarrón oriental, es dado
por dos citas de principio y fin del Siglo 19. En 1791, el gran historiador alemán
Johann Gottfried von Herder, mirando atrás a los últimos 100 años antes de él,
escribió:
"Las naciones más rudas de Europa son esclavos voluntarios de la usura judía. .
. El pueblo judío es y permanece como un pueblo asiático en Europa, extranjero a
nuestra parte del mundo, atado a esa antigua ley que recibió en un clima
distante, y qué según su propia confesión no puede desprenderse. . . Está unido
indisolublemente a una ley extranjera, que es hostil a todos los pueblos
extranjeros".
El lector de periódicos de 1807, cuando leyó las confesiones ardientes del Sanedrín
de la non-nación, habría desechado a von Herder como un "fanático" (o incluso un"antisemita"), pero los años y los eventos han mostrado que él, como muchos ante
que él, fue sólo un estudioso que habló la verdad. Cien años después, en 1899, otro,
el Sr. Houston Stewart Chamberlain, miró atrás a lo que von Herder había escrito y
grabó lo siguiente, continuando la usurpación del poder:
"Un gran cambio ha tenido lugar: los judíos juegan en Europa, y dondequiera que
la influencia europea se extienda, un rol diferente de aquel que ellos jugaron hace
cien años; tal como Viktor Hohn lo expresa, nosotros vivimos hoy en una 'era
judía'; podemos pensar lo que nos guste de la historia pasada de los judíos, su
historia presente toma tanto lugar en nuestra propia historia que posiblemente no
podemos negarnos a notarlo: El elemento 'extranjero' enfatizado por von Herder se
ha puesto más prominente. . . La influencia directa del Judaísmo en el Siglo 19
aparece por primera vez como una nueva influencia en la historia de la cultura; se
vuelve así uno de los asuntos ardientes del día. Estas personas extranjeras se han
vuelto precisamente en el curso del Siglo 19 desproporcionadamente importantes y
en muchas esferas actualmente un constituyente dominante de
nuestra vida…... von Herder dijo que 'las naciones más rudas de Europa eran
esclavas voluntarias de la usura judía'. Hoy von Herder podría decir lo mismo por gran parte de nuestro mundo civilizado....... nuestros gobiernos,
nuestras leyes, nuestra ciencia, nuestro comercio, nuestra literatura,
nuestro arte, prácticamente todas ramas de nuestra vida, se han
vuelto esclavos más que voluntarios de los judíos y arrastran los
grilletes feudales, si todavía no en las dos, por lo menos en una
pierna……. La influencia directa del Judaísmo en el siglo 19 se vuelve
así en uno de los asuntos candentes del día.
Tenemos que tratar aquí con un asunto que no sólo afecta al presente,
sino también al futuro del mundo…….. Si la influencia judía ganara la
mano superior en Europa en la esfera intelectual y cultural, nosotros
tendríamos un ejemplo más, del negativo poder destructivo".
Tal fue el desarrollo en cien años desde von Herder a Chamberlain. Las últimas tres
frases es una inteligente prognosis, ya que Chamberlain no había visto las
pruebas, las cuales ha traído nuestro siglo, de la verdad que él dijo, [134];¡particularmente, ese hecho fantástico de dirección internacional a gran escala en
octubre de 1917 cuando el Comunismo (el destructor de naciones) y el Sionismo (el
creador de la nación dominante) triunfaron al mismo momento!
En los sesenta años que han pasado desde que Chamberlain escribió, el proceso
observado por él y por von Herder ha cobrado velocidad y poder. La pregunta no
simplemente "afecta al futuro del mundo"; está con nosotros todos los días y no
tenemos presente que no sea formado por ellos; ya han alterado la naturaleza del
mundo y el destino del hombre en él. "Nuestros gobiernos", en el medio-siglo que
ha pasado, se ha vuelto de tal manera "esclavos voluntarios" de la secta-de-amos
Judaica que son de hecho, los alguaciles o agentes de un nueva, clase gobernante
internacional y no los verdaderos gobernantes.
Occidente ha llegado a este dilema a través de la presión de dos muelas de molino,
el Comunismo y el Sionismo, la revolución mundial que destruye naciones y la
nueva, clase gobernante creadora de naciones. La primera ha incitado a la chusma;
la segunda ha ganado el dominio sobre los gobernantes. ¿Son los organizadores de
ambas los mismos? Este libro busca contestar la pregunta en sus capítulos
restantes. Lo que está claro es que cada fase en la ruina de occidente, durante estos
170 años, se ha acompañado por fases sucesivas de "el retorno" a la tierra
prometida. Ésa es una indicación demasiado fuerte de control común para ser
puesta al lado, a menos que pueda ser refutada concluyentemente. Para las masas"irreligiosas" de la Cristiandad, el proceso que empezó con el surgimiento de la
revolución mundial en 1789, ha sido meramente uno de ruidos y furia, no
significando nada; pero el estudioso percibe que en el ritmo majestuoso, este
cumple con La Ley y Los Profetas de Judah.
El Siglo 19 fue uno de conspiración, en el cual los sucesos que somos testigos en el
siglo 20 son los resultados. La conspiración engendró el Comunismo y el Sionismo,
y éstos tomaron el futuro de Occidente como con una pinza. ¿Cuáles fueron sus
orígenes? ¿Por qué germinaron en la oscuridad hasta que emergieron conectados
juntos en el Siglo 19? ¿Tenían ellos una raíz común? La forma de contestar estas
preguntas es examinar las raíces de cada uno separadamente y averiguar si ellos
están unidos; y el propósito de este capítulo y el próximo, es rastrear la idea-raíz de
la revolución-mundial.
La revolución francesa era la revolución-mundial en acción, no una revolución en
Francia. Desde el momento del evento en Francia no queda ninguna duda sobre ese
asunto. Antes las personas podían complacerse con nociones sobre los sufrientes
campesinos, incentivados al súbito levantamiento por aristócratas arrogantes y
similares, pero el estudio diligente del trasfondo de la revolución francesa dispersa
tales ilusiones. Fue el resultado de un plan y el trabajo de una organización secreta
revelado antes de que ocurriera; no fue meramente una explosión francesa
provocada por causas francesas. El plan detrás de ella es el plan del Comunismo de
hoy; y el Comunismo hoy que es la revolución-mundial permanente, ha heredado la
organización que evolucionó del plan.
La revolución francesa de 1789 es una de las que entrega la clave del misterio. Es el
eslabón entre la Revolución Inglesa de 1640 y la Rusa de 1917 y revela todo el
proceso como uno planificado y continuado, que, habiendo [135] pasado por las
tres fases, claramente alcanzará su orgasmo final en algún momento distante,
probablemente durante este siglo. Ese clímax, previsiblemente, tomará la forma de
un intento por consumar y completar la revolución-mundial, preparando un
gobierno-mundial bajo el control de la organización que ha guiado el proceso
revolucionario desde sus inicios. Esto establecería la oscilación de una nueva clasegobernante
sobre las naciones hundidas. (Tal como el Dr. Kastein diría,"determinaría el destino del mundo entero").
Este cuadro, que sólo surgió lentamente como en los tres siglos pasados, es hoy
claro en su perspectiva histórica, dónde cada una de las tres grandes revoluciones
ve la luz a través de ella por la próxima:
(1) La revolución inglesa pareció ser en su momento un episodio inglés
espontáneo, sólo dirigido contra las pretensiones, en ese momento, de una casa real
particular, los Stuarts, y una forma particular de religión, el llamado "Papismo".
Ningún contemporáneo soñó con considerarla como el inicio de un movimiento mundial contra toda religión y todo gobierno legítimo. (La secta gobernante de
la Judería proporcionó al dictador revolucionario con los fondos y por medio de
esto, los "cómplices" tradicionales, los líderes judíos, se transformaron en los
principales beneficiarios de la revolución; si ellos tuvieron alguna participación en
la instigación original de él, no puede demostrarse, tampoco sobrevive alguna
evidencia de un plan maestro de largo plazo detrás de la revolución).
(2) La naturaleza y curso de la revolución francesa, sin embargo, pone a la
Revolución inglesa en una luz diferente. No fue, e incluso en su momento no parecía ser, un episodio francés nativo
causado meramente por condiciones francesas. Al contrario, seguía un plan para la
revolución universal revelada y hecha pública algunos años antes; y la
organización secretas que entonces quedó expuesta, tenía miembros en muchos
países y en todas las clases. Por consiguiente, su acto más característico (regicidio y
sacrilegio), aunque repitieron aquellos de la revolución en Inglaterra, fue visto que
no fue espontáneos hechos vengativos cometidos al calor del momento, sino
acciones deliberadamente simbólicas de un plan continuado y de un propósito:
la destrucción de toda religión y todo gobierno legítimo, por todas partes.
Inevitablemente, esta revelación lleva a la conjetura que la revolución inglesa
también puede haber sido preparada por esta organización secreta con el objetivo
de destruir todo nacionalismo. (En la revolución francesa, como en la inglesa, la
secta Judaísta surgió como la principal beneficiaria; la emancipación general de los
judíos que surgió de ella, fue usada para encubrir su misterioso trabajo durante las
décadas resultantes. La instigación Judaísta original no es mostrada ahora por
alguna evidencia disponible.)
Así la revolución francesa, a diferencia de la inglesa, demostrablemente fue el
producto de una conspiración mayor, con objetivos mundiales y profundas raíces.
Desde este momento, la naturaleza del plan estaba clara, pero los conspiradores,
dondequiera que ellos fueron desenmascarados, parecían ser una horda de
individuos sin ligazones de unión entre ellos salvo aquel de la lujuria del
incendiario por la destrucción. El propósito estaba más allá de toda duda, pero la
identidad de los organizadores todavía era misteriosa. Esto escena semi clara fue
descrita en las famosas palabras de una autoridad clásica en el asunto, Lord Acton:
[136]
"La cosa espantosa en la revolución no es el tumulto sino el plan. A través
de todo el fuego y el humo percibimos la evidencia de una
organización interesada. Los que dirigen permanecen estudiadamente
ocultos y enmascarados, pero no hay ninguna duda sobre su
presencia desde el inicio."
La revolución francesa, entonces, reveló un plan detrás de la revolución, y era el
plan de un propósito fijo en un campo mundial. Lo que había parecido no tener
plan en el momento de la revolución inglesa, había llegado a ser el resultado de un
plan y un modelo, y la conspiración era claramente de tal fuerza y edad, que su
complicidad en la revolución anterior tuvo que ser aceptada. Sin embargo, esta
segunda revolución dejaba aún a los "dirigentes" enmascarados, de tal manera que
solamente la mitad del misterio había sido resuelto (Lord Acton murió en 1902 y
así no vio la tercera revolución).
(3) La revolución en Rusia, nuevamente, abrió espacio para nuevas teorías sobre
las revoluciones francesas e inglesas. Sus actos de regicidio y sacrilegio eran
inequívocamente una tarjeta de identidad como el saludo musulmán es un símbolo
de su fe; mediante él, ellos informan a todos quienes desean oír que todavía estaba
en funcionamiento "el diseño" de la destrucción mundial revelado por la revolución
francesa. Es más, el secreto, por más de cien años llamado "una mentira", ya no se
negó mas; de 1917 la revolución mundial fue confesadamente permanente,
confesadamente mundial en su propósito, y la antigua conspiración secreta se
transformó en un partido político, operando en todos los países bajo las órdenes de
una oficina principal central en Moscú.
Así la revolución rusa lanzó una luz más brillante sobre la francesa, clarificando sus
contornos y orígenes. Sin embargo, en la materia de los "estudiosamente ocultos" y dirigentes "enmascarados", la revolución rusa lanzó una luz completamente
diferente a las dos anteriores, o por lo menos abrió a conjeturas sobre sus posibles
orígenes sobre las cuales nadie había previamente pensado en mucho tiempo. Los"dirigentes" de la revolución en Rusia eran casi todos judíos Orientales. En esta
ocasión, los actos significativos, simbólicos de regicidio y sacrilegio fueron
cometidos por judíos y una ley fue promulgada qué en efecto, prohibía
absolutamente toda discusión sobre el rol jugado por los judíos, o por "el asunto
judío" en estos eventos o en los asuntos públicos.
Así se contestaron preguntas vitales y lo que fue un gran misterio en 1789, quedó
claro en 1917. El gran beneficio que el estudioso de hoy deriva de la revolución
francesa es la prueba, proporcionada por ella, de la existencia de un plan para la
revolución-mundial, y de una organización que perseguía esa ambición
destructiva. Su existencia y actividad hicieron del siglo 19, el siglo de la gran
conspiración. Un sentimiento de cosas malignas revolviéndose en oscuros lugares,
tal como los sonidos que un prisionero espera por la noche en un calabozo,
inquietando a hombres y naciones. Éste era el sentimiento impartido por la
conspiración al turbulento aire alrededor. Desde el momento de la revolución
francesa, los hombres intuitivamente supieron que vivían con la conspiración en su
medio; en nuestro días, los cuales han sufrido sus efectos, podemos ver por lo
menos con lo que nosotros tenemos que tratar, si buscamos y podemos decir que es
el diablo que conocemos. [137].
Quizás el perjuicio más grande que hizo Napoleón, fue mediante sus campañas y
relucientes hazañas, distraer el pensamiento de los hombres del peligro mucho
mayor que los amenazaba: la revolución mundial y sus "dirigentes" secretos. Ya que
los hombres podrían haber prestado más atención a la conspiración, porque tenían
pruebas de su existencia.
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