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La Controversia de Sión
Douglas Reed

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Capítulo 2


El final de Israel

Aproximadamente quinientos años antes del evento del 458 A.C., o hace casi tres mil años de hoy, la breve y problemática asociación entre Judah y los Israelitas ("los hijos de Israel") llegó a su fin. Israel rechazó el credo del pueblo elegido que estaba empezando a tomar forma en Judah y tomó su propio camino.(La adopción del nombre "Israel" por el estado Sionista que fue establecido en Palestina en 1948, fue una pretensión transparentemente falsa).

Los eventos que llevaron a la infeliz y efímera unión, cubrieron los primeros siglos. El período mitológico o legendario de Moisés fue seguido por uno en Canaan durante el cual, "Israel" era la entidad fuerte, cohesiva y reconocible, la confederación de las diez tribus en el norte. Judah (a la que la pequeña tribu de Benjamín se unió) era una pequeña comunidad en el sur. Judah, de la cual desciende el Sionismo de hoy, era una tribu de mala reputación.

Judah vendió a su hermano Joseph, el hijo más querido de Jacob-llamado-Israel, a los Ismaelitas, por veinte monedas de plata (tal como Judas, el único judío entre los discípulos, mucho después, traicionó a Jesús por treinta monedas de plata), y luego fundó la tribu en el incesto, (Génesis 37-38).

Los escribas sacerdotales que plasmaron estos Relatos Escritos siglos más tarde, se habían transformado en los amos de Judah y alteraron la tradición oral, siempre que quisieron, la pregunta salta por sí misma: ¿Por qué se esforzaron para conservar, o posiblemente incluso, insertar, esta atribución del comienzo incestuoso y de una naturaleza traicionera, al pueblo mismo que, dijeron, eran los elegidos de Dios?

La cosa es misteriosa, como muchas otras en las Escrituras Levíticas, y sólo el corazón de la secta podría proporcionar una respuesta. Sin embargo, esas Escrituras y las autoridades de hoy, están de acuerdo sobre la separación de "Israel" y "Judah."

En el Antiguo Testamento, Israel es llamado a menudo "la casa de Joseph", en marcada diferencia con "la casa de Judah". La Enciclopedia Judaica dice, ''Joseph y Judah representan dos líneas distintas de descendencia" y agregan (como ya fue citado) que Judah fue"con toda probabilidad una tribu non-Israelita". La Enciclopedia Británica dice que el Judaísmo se desarrolló mucho tiempo después que los Israelitas se habían mezclado con la humanidad, y que la verdadera relación de los dos pueblos se expresa mejor en la frase, "Los Israelitas no eran Judíos". Históricamente, Judah sobreviviría por un tiempo y llevaría el Judaísmo adelante, el cual engendró al Sionismo. Israel desaparecería como entidad, y todo ocurrió de esta manera:

La pequeña tribu en el sur, Judah, llegó a ser identificada con la tribu de los sin tierras, esa de los Levitas. Estos sacerdotes hereditarios, que afirmaron que sus oficios habían sido entregados a ellos por Jehová en el Monte Sinai, fueron los verdaderos padres del Judaísmo. Ellos vagaban entre las tribus, predicando que la guerra de uno era la guerra de todos, y la guerra de Jehová. Su objetivo era el poder y ellos se esforzaban por una teocracia, un estado en el cual Dios es el soberano y la religión es la ley. Durante el período de los Jueces, lograron su objetivo en alguna magnitud, porque ellos naturalmente [7] eran los Jueces. Lo que ellos, y el aislado Judah más necesitaba era la unión con Israel. Israel que desconfiaba de este sacerdocio que ordenaba leyes, no escucharía los deseos de hablar de unificación a menos que estuviese bajo un rey; todos los pueblos circundantes tenían reyes.

Los Levitas tomaron esta oportunidad. Ellos vieron que si un rey fuese designado, la clase gobernante proporcionaría al candidato, y ellos eran la clase gobernante. Samuel, a la cabeza, preparó una monarquía títere, detrás del cual, el sacerdocio manejaba el verdadero poder; esto se logró a través de la estipulación que el rey sólo debe reinar durante su vida, lo que significaba que no podría fundar una dinastía. Samuel escogió a un campesino joven de la tribu de Benjamín, Saúl, que se había hecho de algún nombre en la guerra tribal y, probablemente, se pensaba que era dócil (la opción de alguien de la tribu de Benjamín sugiere que Israel no deseaba considerar a algún hombre de la tribu de Judah para el reinado). Comenzó entonces el reino unificado de Israel; en la realidad sobrevivió sólo este reinado, el de Saúl.

En el destino de Saúl (o en el relato entregado de él en las Escrituras posteriores) la naturaleza siniestra del Judaísmo, como se le fue dando forma, puede discernirse. Le ordenaron comenzar la guerra santa atacando a los Amalekites "y destruir absolutamente todo lo que ellos tienen, y no los salve; sino que mata a ambos, hombres y mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos". Saúl destruyó entonces a "hombres y mujeres, infantes y lactantes", pero salvó al Rey- Agag y las mejores ovejas, bueyes, potros y corderos. Por esto fue excomulgado por Samuel que en secreto escogió a un tal David de Judah, para ser el sucesor de Saúl. Después de esto, Saúl se esforzó vanamente en poner celo en la "destrucción absoluta" para aplacar a los Levitas, y luego atentando contra la vida de David para salvar su trono. Finalmente se mató el mismo.

Posiblemente nada de esto sucedió; es el relato entregado en el Libro de Samuel que los Levitas produjeron siglos después. Tanto si es verdad o es alegórico, la importancia yace en la clara implicación: Jehová demandaba la obediencia literal cuando ordenaba la "destrucción absoluta", y la misericordia o la piedad eran pecados capitales. Esta lección es demostrada en muchos otras descripciones de eventos que fueron posiblemente históricos y posiblemente imaginarios.

Éste fue realmente el fin, hace tres mil años, del reino unido, ya que Israel no aceptaría al hombre de Judah, David, como rey. El Dr. Kastein dice que "el resto de Israel lo ignoró" y proclamó al hijo de Saúl, Ishbosheth, como rey, en dónde nuevamente la división entre Israel y Judah "realmente tuvo lugar". Según Samuel, Ishbosheth fue asesinado y su cabeza fue enviada a David, quien después de esto restauró una unión nominal y Jerusalén fue hecha su capital. En la realidad, nunca más logró unir el reino o las tribus; fundó una dinastía que sobrevivió un reinado
más.

El Judaísmo formal sostiene hasta el día de hoy, que la consumación Mesiánica ocurrirá bajo un rey mundial de "la casa de David"; y la exclusión racial es el primer principio del Judaísmo formal (y la ley de la tierra en el estado Sionista). Los orígenes de la dinastía fundada por David son así de relevancia directa en esta
narrativa. [8]

La discriminación racial y la segregación eran claramente desconocidas en las tribus-pueblos en esos días de la asociación entre Israel y Judah, ya que el Antiguo Testamento dice que David, el Judahita, desde el tejado de su casa, vio "a una hermosa mujer" bañándose, le ordenó que viniera a él y la embarazó, y luego había enviado a su marido, un Hittita, a la primera línea de batalla con órdenes que fuese asesinado. Cuando él fue muerto, David agregó a la mujer, Bathsheba, a sus esposas, y el segundo hijo que tuvo con ella, se transformó en el próximo rey, Salomón (esta historia de David y Bathsheba, como está relatada en el Antiguo Testamento, fue censurada en una película de Hollywood realizada en nuestros días).

Tal fue la ascendencia racial de Salomón, el último rey de la quebrada confederación, según los escribas de Levítico. Comenzó su reinado con tres asesinatos, incluyendo el de su hermano, y vanamente trató de salvar su dinastía por el método de Habsburg, el matrimonio, aunque en mayor escala. Se casó con princesas de Egipto y de muchas tribus vecinas y centenares de esposas menores, de tal manera que por sus días, la segregación racial debe haber sido desconocida. Construyó el templo y estableció un alto sacerdocio hereditario.

Ésa fue la historia, concluida en el 937 AC, de la corta asociación entre Israel y Judah. Cuando Salomón murió, los incompatibles socios finalmente se separaron, y en el norte de Israel, reasumieron su vida independiente. El Dr. Kastein dice:

"Los dos estados ya no tenían nada más en común, para bien o para mal, que cualquier otros dos países con una frontera en común. De vez en cuando emprendieron la guerra uno contra el otro o hicieron tratados, pero ellos estaban completamente separados. Los Israelitas dejaron de creer que tenían un destino aparte de los pueblos vecinos y el Rey Jeroboam hizo la separación de Judah completa, tanto en sentido religioso como en el sentido político". Entonces, de los Judahitas, el Dr. Kastein agrega, "ellos decidieron que estaban destinados para desarrollarse como una raza separada. . . exigieron un orden de existencia fundamentalmente diferente de los pueblo alrededor de ellos. Éstas eran diferencias que no permitieron ningún proceso de asimilación a otros. Exigieron separación, diferenciación absoluta. "

Así la causa de la brecha y la separación estaba clara. Israel creía que su destino yacía en su relación con la humanidad, y rechazaba a Judah sobre las mismas bases que recurrentemente, en los próximos tres mil años, causarían en otros pueblos alarma, resentimiento y repudio hacia el Judaísmo. "Judah demandaba separación, diferenciación absoluta". (Sin embargo, el Dr. Kastein, aunque él dice "Judah", en realidad significa "los Levitas"¿Cómo podría siquiera la tribu pueblo de Judah, en esa fase, haber exigido "separación y la diferenciación absoluta", cuándo Salomón había tenido mil esposas?)

Eran los Levitas, con su credo racial lo que Israel rechazaba. Los próximos doscientos años, durante los cuales Israel y Judah existieron separadamente, y a menudo en enemistad, pero lado a lado, están llenos con las voces de los "profetas" hebreos, incriminando a los Levitas y el credo que ellos estaban construyendo. Estas voces todavía convocan a la humanidad a salir de la oscuridad tribal que confunde mucho del Antiguo Testamento[9], porque ellos critican seriamente el credo que estaba en fabricación tal como Jesús lo criticó 700 u 800 años después, cuando ya estaba largamente establecido, en el Templo en Jerusalén.

Estos hombres, eran casi todos Israelitas; la mayoría de ellos era Josephitas. Ellos estaban en camino al único-Dios de todos-los-pueblos y a la participación dentro de la humanidad. No eran únicos entre los hombres en esto: pronto el Buda, en India, se opondría en su Sermón en Benares y sus Cinco Mandamientos de Integridad al credo de Brahma, el creador de la segregación de castas, y al culto de ídolos. Ellos eran verdaderos seguidores israelitas contra la enseñanza de los Levitas que se identificarían con el nombre de Judah. El nombre "profetas hebreos" no es correcto porque no hicieron ningún pretensión del poder de adivinación y estaban molestos con la descripción ("yo no fui ningún profeta, tampoco soy el hijo de un profeta", Amos). Ellos eran protestantes en su tiempo y dieron simples advertencia de las consecuencias incalculables del credo racial; su advertencia permanece válida hasta hoy.

Las demandas del sacerdocio Levita los llevaron a estas protestas, particularmente la demanda sacerdotal del primogénito ("Aquel que abra el útero es mío", Éxodo), y la insistencia sacerdotal en los ritos de sacrificios. Los protestantes Israelitas (para quienes la "llamada ley Mosaica" era desconocida, según el Sr. Montefiore) no vio virtud en el correr de la sangre propugnado por los sacerdotes, el sacrificio interminable de animales y de las "ofrendas por fuego", en el "sabor dulce" de la grasa, lo cual se suponía complacía a Jehová. Ellos criticaban la doctrina sacerdotal de matar y esclavizar a "los paganos". Dios, clamaban, desea un comportamiento moral, una conducta de vecindad y justicia hacia los pobres, los huérfanos de padre, las viudas y los oprimidos, no de sacrificios de sangre y odio a los paganos.

Estas protestas proporcionan las primeras luces del alba que llegaron unos ochocientos años después. Ellos se encuentran en extraña compañía entre lasórdenes de hacer matanzas que abundan en el Antiguo Testamento. La cosa extraña es que estas protestas sobrevivieron la recopilación, cuando Israel se había marchado y los Levitas, supremos en Judah, plasmaron las Escrituras.

El estudioso de hoy no puede explicar, por ejemplo, por qué el Rey David condena a Nathan públicamente al reprenderlo por tomar a la esposa de Uriah y por haber asesinado a Uriah. Posiblemente entre los escribas posteriores que compilaron la narrativa histórica, largo tiempo después que Israel y los protestantes Israelitas se habían ido, fueron quienes tenían en mente, inventaron de esta manera continuar sus protestas.

Recíprocamente, estos pasajes benévolos e ilustrados son seguidos a menudo, por otros muy fanáticos, atribuidos al mismo hombre, cancelando o poniendo lo opuesto en su lugar. La única explicación razonable es que éstas son interpolaciones hechas posteriormente, traer a los herejes en línea con el dogma de los Levitas.

Cualquiera sea la explicación, estas protestas Israelitas contra la herejía de Judah tienen un llamado en el tiempo y forman el monumento al desaparecido Israel. Ellos tomaron su camino, como pequeñas hojas de verdad, entre las piedras oscuras de la saga tribal. Ellos apuntaron al camino de la elevación y pavimentaron el camino del envolvimiento común en [10] la humanidad y fuera del abismo tribal.

Elijah y Elisha ambos trabajaron en Israel, y Amos le habló solamente a los Josephitas. Atacó los sacrificios de sangre y los ritos sacerdotales en particular: "Odio, desprecio vuestras fiestas y no me deleito en vuestras solemnes asambleas. Sí, aunque me ofrezcáis las ofrendas por fuego y vuestras ofrendas de alimentos, no las aceptaré". "Tampoco consideraré las ofrendas de paz de vuestras gordas bestias. Saquen lejos de mi el ruido de vuestras canciones" (las liturgias cantadas de los Levitas) "y permítanme no escuchar la melodía de vuestras violas. Pero dejen que el juicio corra como el agua y la rectitud como un arroyo poderoso". Y luego el reproche inmortal a la doctrina del "pueblo especial”: "No sois vosotros como los hijos etíopes hacia mí, O hijos de Israel, dijo el Señor."

Hosea, otro Israelita, dice, "yo deseaba la misericordia y no el sacrificio, y el conocimiento de Dios más que las ofrendas por el fuego". Hosea exhorta a la práctica de "justicia y rectitud", "bondad, amor, compasión y fidelidad", no a la discriminación y al desprecio.

En los tiempos de Micah, los Levitas aparentemente todavía exigían el sacrificio de todos los primogénitos a Jehová:

"¿Con qué vendré yo ante el Señor y me inclinaré ante Dios encendido en lo alto?¿Vendré ante él con ofrendas por el fuego, con terneros de un año? Estará el Señor complacido con miles de carneros o con diez mil ríos de aceite. ¿Daré yo a mi primogénito por mis transgresiones, el fruto de mi cuerpo por el pecado de mi alma? Se te ha dicho a ti, O hombre, lo que está bien y lo que Dios requiere de ti: sólo hacer lo correcto y amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios."

Estos hombres lucharon por las almas de las personas de la tribu-pueblo durante los dos siglos, cuando Israel y Judah existieron uno junto al otro, y a veces con la espada desenfundada. Durante este período, los Levitas, que antes estaban distribuidos entre las doce tribus, fueron empujados más y más hasta congregarse en la diminuta Judah y en Jerusalén, y para concentrar sus energías en los Judahítas.

Entonces, el 721 AC, Israel fue atacada y conquistada por Asiria y los Israelitas fueron llevados a la cautividad. Judah se salvó de ese momento y durante otro siglo permaneció como un insignificante vasallo, primero de Asiria y luego de Egipto, y de la fortaleza de la secta de los Levitas.

En ese punto "los hijos de Israel" desaparecen de la historia y si las promesas que se le hicieron fuesen devueltas, esta redención debe estar evidentemente entre los rangos de la humanidad en la que ellos se involucraron y se unieron. Dada la prevaleciente tendencia hacia occidente entre los movimientos de gentes durante los últimos dos mil setecientos años, es probable que mucha de su sangre haya entrado en los pueblos europeos y americanos.

Los Judaístas exigen, por otro lado, que Israel estaba totalmente y merecidamente"perdido", porque rechazó el credo de los Levitas y escogió el "acercamiento con los pueblos vecinos". El Dr. Kastein cuyos palabras son estas, casi veintisiete [11] siglos después, ardientemente regocijado, sobre ese mismo relato, en su caída dice: "Las diez tribus del norte, con su separado desarrollo, se habían alejado tanto ahora de su pariente en el sur, que la crónica de su caída toma la forma de una breve declaración, escueta de hecho, adoleciendo de alguna expresión de pesar. Ningún poema épico, ningún canto fúnebre, ninguna simpatía marcó la hora de su caída."

El estudioso de la controversia de Sión tiene que trabajar mucho antes que empiece a descubrir sus misterios, pero muy pronto descubrirá que en todas las cosas se habla con dos lenguas, una para "los paganos" y una para los iniciados.

Los Levitas de los tiempos antiguos y los Sionistas de hoy no creen que los Israelitas "desaparecieron sin dejar un rastro" (como el Dr. Kastein dice). Ellos fueron declarados "muertos", de la misma forma que un judío que se casa fuera de la comunidad hoy en día, es declarado “muerto” (por ejemplo, el Dr. John Goldstein); ellos fueron excomulgados y sólo en ese sentido "desaparecieron."

Los pueblos no se extinguen; los indios norteamericanos, los Blackfellows australianos, los Maoris de Nueva Zelanda, los Bantu de África del Sur y otros son las pruebas de eso. En este sentido, los Israelitas no pudieron "ser llevados cautivos", si los hubiesen exterminado físicamente. Su sangre y pensamiento sobreviven en la humanidad, en alguna parte, hoy.

Israel permaneció separado de Judah por su propia voluntad, y por las mismas razones que desde entonces han despertado la desconfianza y el recelo de otros pueblos. Los Israelitas "no eran judíos"; los Judahítas con toda probabilidad, "no eran Israelitas".

El verdadero significado de la aserción que Israel "desapareció" será encontrado más tarde en el Talmud que dice: "Las diez tribus no tienen ningún lugar en el mundo que vendrá". Así, "los hijos de Israel" son expulsados del cielo por la secta gobernante de Judah, porque se negaron a excluirse de la humanidad en la tierra.

El Rabino Jefe del Imperio británico en 1918, el Rev. J.H. Hertz, en su respuesta a una pregunta sobre este punto ha dicho explícitamente, "Las personas conocidas en la actualidad como judíos son descendientes de las tribus de Judah y Benjamín con un cierto número de descendientes de la tribu de Levi". Esta declaración deja absolutamente claro que "Israel" no tenía nada que hacer en lo que se ha transformado en el Judaísmo (ninguna autoridad, ni judía ni otras, apoyarían la afirmación sobre la descendencia de Judah, para los judíos de hoy, pero esto es de poca importancia).

Por consiguiente el uso del nombre "Israel" por el estado Sionista que se creó en Palestina en este siglo es en su naturaleza una falsificación. Alguna razón fuerte debe haber dictado el uso del nombre de un pueblo que no eran judíos y que no tendrían nada del credo en el cual se ha transformado el Judaísmo. Una teoría defendible se sugiere en sí misma. El estado Sionista fue establecido con el consentimiento de las grandes naciones occidentales, que también es el área de la Cristiandad. El cálculo puede haber sido que estas personas serían tranquilizadas en sus conciencias, si ellos fuesen llevados a creer que estaban cumpliendo la profecía Bíblica y la promesa de Dios a "Israel", a cualquier costo, en la "destrucción" de pueblos inocentes.

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