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La Controversia de Sión
Douglas Reed

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Capítulo 24



La Llegada del zionismo


En el segunda mitad del último siglo, cuando el Comunismo y el Sionismo comenzaron su ataque simultáneo en Occidente, Europa era un lugar de estados fuertes y seguros, capaces de resistir los efectos de problemas internos y las guerras extranjeras. Se habían superado las erupciones revolucionarias de 1848 sin gran esfuerzo. Austria-Hungría y Francia no estaban muy debilitadas por sus derrotas Prusianas en 1866 y 1871; reasumieron sus existencias nacionales, como países derrotados durante siglos lo había hecho, lado a lado con el vencedor de ayer, y pronto estaban nuevamente tranquilos. Los pueblos de los Balcanes, surgiendo de cinco siglos de control turco se estaban moviendo hacia la prosperidad, en un amable aire de libertad nacional. En las fronteras orientales de Europa, Rusia, bajo la bandera de la Cristiandad, parecía estar uniéndose en este proceso de desarrollo nacional y de mejora individual.

La apariencia era engañosa, ya que los dos gusanos estaban en la manzana, y el escenario de hoy muestra su resultado. Los dieciocho siglos cristianos que, a pesar los altos y bajos mostró una suma total de mejora humana mayor que el de cualquier tiempo más temprano conocido por el hombre, estaba llegando a un fin o un interregnum; lo cual, todavía no lo sabemos, aunque los creyentes no tienen ninguna duda sobre la buena reasunción, que vendrá en algún momento. Sin embargo, un eminente hombre de ese período, del cual se podía haber esperado confianza en el futuro, previó lo que vendría en nuestro siglo y pensó que sería el fin, no una Edad Oscura transeúnte.

Este fue Henry Edward Manning, el clérigo inglés que se convirtió a Roma, llegó a ser Cardenal Arzobispo de Westminster, y, si hubiese aceptado la nominación de sus compañeros cardenales, podría haber sido nombrado Papa. Edmund Burke, John Adams y Alejandro Hamilton, todos ellos habían percibido los objetivos mundiales de la revolución y predijeron sus extendidas erupciones. Disraeli, Bakunín y otros, medio-siglo después, habían testificado esto, y advirtieron contra la usurpación judía de la dirección revolucionaria. Edward Manning se unió a estas advertencias pero también previó la llegada del Sionismo y el rol que el jugaría en el proceso dual.

De la revolución dijo, "Las sociedades secretas del mundo, de cuya existencia los hombres se ríen y niegan en la plenitud de la confianza en sí mismos; las sociedades secretas están forzando su existencia y su realidad en la conciencia de aquellos que, hasta días antes, no creían que ellas existieron" (1861). Esperaba el éxito total del plan original de Weishaupt y pensaba que el tiempo en el cual el vivía, era "el preludio del período anti-cristiano del destronamiento final de la Cristiandad y de la restauración de una sociedad sin Dios en el mundo". Hoy la revolución anti-Cristiana tiene el poder temporal en la mitad de Europa, la cruz cristiana ha sido cancelada de las banderas de todas las grandes naciones europeas salvo la británica y de muchos de aquellas pequeñas naciones, y una "sociedad sin Dios" ha sido establecida como un potencial gobierno-mundial, de tal manera que estas palabras [193] de hace noventa años, se ven como una impresionante previsión en parte cumplida.

Entonces (y en esto estaba más alto que otros videntes) él describió el rol que el Sionismo jugaría en este proceso: "Aquéllos que han perdido la fe en la Encarnación, tal como los humanistas, racionalistas y panteístas, pueden muy bien ser engañados por cualquier persona de gran poder político y éxito, el cual debería restaurar a los judíos en su propia tierra. . . y no existe nada en el aspecto político del mundo que entregue tal imposible combinación".

Finalmente, dijo que esperaba la venida personal del Anticristo en la forma de un judío. (En estas palabras él se movió de la base de cálculo político, dónde, tal como los eventos lo han mostrado, era especialista, en eso de interpretación de profecías; relacionó el mensaje de San Paul a los Thessalonians con los próximos tiempos, diciendo, "es una ley de la Santa Escritura que cuando se profetiza una persona, esta persona aparece".)

Así, mientras Europa parecía estarse moviéndose lentamente hacia un futuro mejor en el camino que durante dieciocho siglos le había servido bien, en las áreas Talmúdicas de Rusia, el Sionismo se unía al Comunismo como la segunda de las dos fuerzas que iban a interceptar este proceso. El Comunismo fue diseñado para subvertir las masas; era el "gran movimiento popular" previsto por Disraeli, por medio de cual, "las sociedades secretas" iban a trabajar al unísono por la ruptura de Europa. El Sionismo fue diseñado para subvertir a los gobernantes en la cima. Ninguna de las dos fuerzas podría avanzar sin la otra, ya que los gobernantes de autoridad intacta, habrían detenido la revolución, tal como fue detenida en 1848.

El Sionismo fue esencialmente la réplica del centro Talmúdico en Rusia a la emancipación de los judíos en Occidente. Era la alusión que no debían involucrarse en la humanidad sino que deberían permanecer apartes.

Nunca desde Babilonia la secta gobernante se había aventurado a jugar esta carta. Nunca se podrá jugar nuevamente, si el presente intento termina finalmente en un fiasco. Por esa razón los Talmudistas se abstuvieron de usarla, y sólo lo hicieron cuando la emancipación los confrontó con una emergencia vital, la pérdida de su poder sobre la Judería. De hecho, ellos siempre habían denunciado como "falsos Mesías" a aquellos que clamaban que el día de la culminación había llegado. Si Sabbatai Zevi, o en esa materia, Cromwell o Napoleón, les hubiesen entregado Palestina, podrían haber proclamado a uno de éstos como el Mesías. En esta ocasión, se proclamaron a sí mismos de ser el Mesías, y esa tremenda empresa casi no puede repetirse. Históricamente por consiguiente, probablemente nos estamos moviendo hacia el fin del plan destructivo, porque obviamente no puede cumplirse, pero la actual generación y posiblemente algunas generaciones por venir, por todas las señales tienen aun que pagar un precio muy alto por haber animado el intento.

El libro único del Dr. Chaim Weizmann es la mejor fuente de información sobre las raíces gemelas del Comunismo y el Sionismo y su propósito convergente. Él estaba presente en el nacimiento del Sionismo, y se transformó en su embajador plenipotenciario, fue durante cuarenta años el querido de las cortes Occidentales, de las oficinas presidenciales y de las salas de los gabinetes ministeriales, [194] llegó a ser el primer presidente del estado Sionista, y él contó todo el cuento con un candor asombroso.Él muestra cómo, hace casi cien años, en esas remotas comunidades Talmúdicas, tomó forma la estrategia que en sus consecuencias captaría, como en un remolino, a todos los pueblos de occidente. Norteamericanos y británicos, alemanes y franceses, italianos, polacos, escandinavos, bálticos, los pueblos de los Balcanes y todos los otros serían implicados. La sangre vital y los tesoros del Occidente serían gastados en la promoción de estos dos propósitos complementarios, como agua que corre permanente desde una fuente.

Millones, viviendo y muriendo, estaban involucrados durante las dos guerras en su avance. Hombres que están naciendo ahora heredan una porción de los últimos levantamientos a los cuales fueron inexorablemente llevados. Los judíos compartieron en toda esa tribulación, en su pequeña proporción a las masas afectadas. La cuenta del Dr. Weizmann le permite al estudioso de hoy ver el comienzo de todo esto; y ahora esta narrativa alcanza nuestro propio tiempo que recibe forma diariamente de lo que entonces ocurrió.

Él explica que los judíos en Rusia estaban divididos en tres grupos. El primer grupo era aquel de los judíos que, buscando "la paz de la ciudad", simplemente querían transformarse en pacíficos ciudadanos rusos, como los judíos de Occidente, en su mayoría en ese momento, eral leales alemanes, franceses o ciudadanos de otros países. La emancipación era para este grupo el objetivo final, y contenía principalmente a esos judíos que, por talento, diligencia y miedo a la regla Talmúdica, habían escapado del ghetto.

El Dr. Weizmann los desecha como pocos, no representativos y "renegados", y como fueron barridos, también deben desaparecer de esta narrativa que pertenece a los otros dos grupos. Por decreto de los Talmudistas han desaparecido de la faz de la tierra", o sea, fueron excomulgados.

La masa restante de judíos en Rusia, (es decir, aquellos que vivieron en el ghetto bajo el gobierno Talmúdico) estaba dividida en dos grupos por una línea vertical que cortaba hogares y familias, incluyendo al propio hogar del Dr. Weizmann y su familia. Ambos grupos eran revolucionarios; es decir, estaban de acuerdo en trabajar para la destrucción de Rusia. La disensión estaba solamente en el punto del Sionismo. El grupo "Comunista-revolucionario" sostenía que la "emancipación plena" se lograría cuando la revolución-mundial suplantara a las nación-estados por todas partes. El grupo "Sionista-revolucionario", estando de acuerdo que la revolución-mundial era indispensable para el proceso, sostenía que la"emancipación plena" sólo se lograría cuando se estableciera una nación judía en un estado judío.

De estos dos grupos, el Sionista era claramente superior en la ortodoxia Talmúdica, como la destrucción bajo la Ley es sólo un medio para un fin de dominación, y la nación dominante había sido ordenado que debía ser preparada en Jerusalén. En los hogares, la disputa era feroz. Los Comunistas aducían que el Sionismo debilitaría la revolución, la cual profesaba negar "raza y credo"; los Sionstas afirmaban que la revolución debía llevar a la restauración del Pueblo Escogido, de cuya raza era el credo. Los miembros individuales de estos hogares probablemente creyeron que el punto en disputa era válido, pero de hecho no lo era. [195] Ninguno de estos grupos podría haber tomado forma, en esas comunidades severamente gobernadas, contra la voluntad del rabinato. Si los rabinos hubieran repartido la palabra que el Comunismo era "trasgresión" y el Sionismos era la"observancia de los estatutos y juicios", no habría habido ningún Comunista en los ghettos, sólo Sionistas.

La secta gobernante, mirando al futuro sobre las cabezas de la masa regimentada, vio evidentemente que ambos grupos eran esenciales para el fin en vista; y Disraeli, en uno de los pasajes antes citado, nombró el motivo. Desde mediados del último siglo la historia de la revolución es aquella del Comunismo y del Sionismo, dirigidas desde una fuente y trabajando para un objetivo convergente.

El Dr. Weizmann da un vislumbre iluminador de esta disensión aparente entre los miembros de una conspiracionista pero dividida, casa judía dónde la forma final de la alta estrategia no fue vista y el asunto entre el "revolucionario-comunismo" y el"revolucionario-sionismo" fue discutido furiosamente. Él cita a su madre, la matriarca judía, diciendo contenta que si el hijo Comunista-revolucionario demostrara estar en lo correcto, ella estaría contenta en Rusia, y si el Sionistarevolucionario fuera quien estaba en lo correcto, entonces ella estaría contenta en Palestina. En el resultado, los dos demostraron por sus luces estar en lo correcto; después de haber vivido algunos años en el Moscú Bolchevizado, ella fue a terminar sus días en la Sionizada Palestina. Eso fue después de las dos conspiraciones, habiendo crecido lado a lado en el secreto, triunfaron en la misma semana en 1917.

El Comunismo ya era un organizado, aunque todavía secreto y conspiracionista partido en el ghetto, cuando el Sionismo tomó la forma organizada (aunque igualmente en secreto) en el movimiento Chibath Sion (el Amor de Sión). Este fue fundado en Pinsk dónde el Dr. Weizmann fue a la escuela, de tal manera que cuando muchacho su camino lo llevó al ala de los Sionistas-revolucionarios de la conspiración anti-rusa. En su niñez (1881) algo pasó qué amenazó destruir toda la leyenda de la "persecución judía en Rusia" en que estaba basada la propaganda Talmúdica en el mundo exterior.

En 1861 el Zar Alejandro II, el famoso Libertador, había liberado a 23.000.000 de siervos rusos. Desde este momento se abría la perspectiva de libertad y mejoras en el modelo Occidental abierto para los ciudadanos rusos de todas las nacionalidades (Rusia contenía aproximadamente 160 nacionalidades y los judíos conformaban aproximadamente el 4 por ciento de la población total). Entonces, durante los veinte años que siguieron a la liberación de los siervos, los judíos comenzaron, bajo la dirección Talmúdica, a ofrecer "una amarga resistencia pasiva a todo 'intento por mejoras'" (Dr. Kastein). En marzo de 1881, Alejandro II se movió para completar el trabajo de su vida proclamando una constitución parlamentaria. El comentario del Dr. Kastein habla por sí mismo: "No es una sorpresa encontrar a una judía tomando parte en la conspiración que llevó al asesinato de Alejandro II."

Este evento, el primero de una serie similar, fue el primer gran éxito de los revolucionarios previniendo la emancipación. Restauró la condición ideal [196] descrita por Moses Hess (uno de los primeros propagandistas Sionistas) en el año que siguió a la liberación de los siervos: "Nosotros los judíos siempre seguiremos siendo extraños entre las naciones; éstas, es verdad, nos concederán derechos por sentimientos de humanidad y justicia, pero nunca nos respetarán mientras nosotros pongamos nuestros grandes recuerdos en un segundo plano y aceptemos como nuestro primer principio, 'Donde yo florezco, allí está mi país' ".

Durante este período, León Pinsker, otro heraldo del Sionismo, publicó su libro Auto-emancipación. El título era una amenaza (para los iniciados); significaba,"Nosotros no aceptaremos ningún tipo de emancipación dada en nosotros por otros; nos emanciparemos y daremos a 'la emancipación' nuestra propia interpretación". Él dijo, "Hay un conflicto inexorable e ineludible entre los humanos conocidos como judíos y los otros humanos", y describió el método maestro que había de ser usado para provocar esta "auto-emancipación" y"restaurar la nación judía": la lucha para lograr "estos fines", dijo él, “debe ser llevada a cabo en tal espíritu como ejercer una presión irresistible en la política internacional del presente”.

Estas palabras de 1882 son algunas de las más significantes en toda esta historia. Ellas muestran un pre conocimiento del mayor orden, tal como el lector puede discernir si intenta imaginarse, digamos, a algún patriota-en-el-destierro polaco o ucraniano, entonces o ahora, de "ejerciendo una irresistible presión en la política internacional". El emisor político es un hombre triste de esperanza diferida, un asiduo de los Cafés de los exiliados que normalmente están agradecidos si el segundo secretario de un Vice Ministro de Relaciones Exteriores se digna a darle media hora. Pinsker era un oscuro emigrante judío en Berlín, poco conocido fuera de los círculos de los revolucionarios, cuando él escribió estas palabras, que parecieron ser de la pretensión más tonta si los eventos de los próximos setenta años no hubiesen demostrado que él sabía exactamente lo que quiso decir.Él sabía cómo prevalecería el Sionismo. Claramente la conspiración, largo tiempo antes que incluso se sospechara de su naturaleza en el mundo exterior, tenía poderosos apoyos muy lejos fuera de Rusia y este desconocido Pinsker era consciente de los métodos por los cuales los asuntos del mundo serían reestructurados.

Tal fue el estado de la conspiración de dos cabezas en Rusia, cuando el Dr. Weizmann creció hasta ser adulto y comenzó a jugar su rol. La palabra"conspiración", frecuentemente usada aquí, no es el autor; el Dr. Weizmann cándidamente la emplea. Aborreciendo a Rusia, fue (sin estorbo) a Alemania. Al centro de los "emancipados" Los judíos allí le rechazaron de tal manera que anheló los ghettos de Rusia y volvió a ellos durante sus vacaciones, reasumiendo su parte después, tal como dice, en "la conspiración". Entonces, en varias universidades en Occidente emancipado, continuó su “abierta lucha” para contrarrestar la emancipación de los judíos de Europa. Ellos reconocieron el peligro y le presentaron caras de miedo y enemistad a estos Ostjuden [Judíos orientales].

Así en Alemania Gabriel Rieser les dijo a los Sionistas-revolucionarios de Rusia que"Nosotros no inmigramos hasta aquí, nacimos aquí, y porque nosotros nacimos aquí, no tenemos ninguna demanda de un hogar en alguna parte; o somos alemanes o nos quedamos sin hogar". Similarmente, los rabinos del Judaísmo Reformado resolvieron que "la idea del Mesías merece cada consideración en nuestras oraciones, pero todas las demandas que podríamos [197] ser guiados a la tierra de nuestros padres y que el Estado judío sea restaurado debe dejarse fuera de ellas."

Estos judíos se esforzaron en mantener la fe con las promesas del Sanedrín. Ellos habían hecho la paz con la humanidad, y parecía imposible que los Talmudistas pudieran llevarlos atrás, a una nueva cautividad de Nehemias. El Dr. Kastein graba con horror que hacia finales del Siglo 19, "un judío de cada cinco se casaba con un Gentil" y, con un horror mayor que en la guerra "en todos los frentes, un judío estaba opuesto a otro judío; ésta era una tragedia. . . qué se repetirá. . . por tanto tiempo como los judíos sean obligados a cumplir sus deberes como ciudadanos de las tierras de su adopción."

La sombra de una nueva cautividad Talmúdica estaba mucho más cercana a los judíos de Occidente que incluso ellos podrían sospechar. Los superiores en Rusia habían estado organizando durante todas estas décadas y mientras se acercaba el fin de siglo estaban listos para "ejercer una presión irresistible en la política internacional del presente". El especialista más exitoso en este ejercicio de presión; un Primer Ministro Sionista itinerante, fue el joven Chaim Weizmann, que durante los últimos años de la vida de Monk se movió en las ciudades y universidades europeas, desde Darmstadt a Berlín, y después de Berlín a Ginebra, plantando allí las bombas de tiempo para el futuro y preparando su tarea del Siglo 20.

Cuando el siglo se cerró, vino una aceleración súbita en este proceso, como si una máquina de largo tiempo en construcción, hubiese sido completada y comenzara a funcionar con todo su poder, y sus pulsaciones palpitantes se sintieron en seguida a lo largo de toda la judería, aunque las masas Gentiles, menos sensible a tales vibraciones, no se dieron cuenta totalmente. En la sucesión a Moses Hess, otro judío de Rusia, Asher Ginsburg (Ahad Ha'am) proclamó que los judíos no sólo formaban una nación, sino que debían tener un estado judío en Palestina. Sin embargo, esta era sólo una voz más de la remota Rusia, y la debilidad de los judíos en Occidente fue aquella que no comprendieron el poder y la fuerza de la compacta y organizada masa en el ghetto Oriental, o de todos modos, ellos no pudieron ver cómo podría hacerse sentir en Europa.

La advertencia para ellos llegó en 1896, el año de la muerte del Profeta Monk, cuando Theodor Herzl publicó 'El Estado judío'. Con esto, el gato estaba en su palomera, y no mucho tiempo después, las palomas estaban en el gato. Sus rangos fueron divididos, ya que este Theodor Herzl no era uno de los Judíos Orientales, no era un judío de Rusia. Él era uno de ellos, o para todos los eventos, lo sostuvieron como uno de ellos. Parecía ser el modelo ejemplar de un judío Occidental emancipado, aun así estaba al lado de los Sionistas. Un temblor premonitorio atravesó la Judería. La Cristiandad que tenía tanta causa para sentirse perturbada, permaneció dichosamente desprevenida durante otros sesenta años.

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