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Epílogo
Si este libro tiene alguna mirada obscura, ese es el color nativo de la historia que
relata, no la reflexión de mi propia mente. Lo he escrito con sentimientos, los
sentimientos de un contemporáneo, participante, testigo presencial y de periodista
frustrado en su profesión, la cual en mi creencia debe servir la verdad sin miedo o
favoritismo, no a intereses especiales.
Yo he visto más de los eventos de nuestro siglo y de las secretas perversiones de los
propósitos nacionales que la mayoría, y he descubierto a través de esta experiencia
que no fue casualidad, sino un plan. Por consiguiente, he escrito una protesta, pero
es una protesta contra la supresión de la verdad, no contra la vida.
Es la narrativa de la historia contemporánea en fabricación. Después de mi tiempo
vendrán los historiadores quienes de los fragmentos desenterrados ensamblarán la
historia en todos sus elementos. Tal como podría uno juzgar los impulsos de un
hombre desde su esqueleto. Sin embargo, ellos pueden percibir cosas que ahora
están escondidas para mí, y, sobre todo, encontrarán que todo era necesario para el
estado de los asuntos en que ellos se encuentran (y que, en el caso de los
historiadores, normalmente es uno cómodo). Entre las dos descripciones, en algún
lugar, yace toda la verdad; mi parte de ella es la protesta viviente del participante
viviente.
Sin ninguna duda todas estas cosas son esenciales para el último propósito, y no
tengo ninguna duda acerca de la naturaleza de eso, pero eran innecesarias cuando
sucedieron, y ese es el tema de mi protesta. El último buen fin podría alcanzarse
más rápidamente sin ellos, creo; sin embargo, yo sé que todas estas cosas no son
para que el hombre mortal las comprenda y puede imaginar que es la voluntad de
Dios que estas pruebas recurrentes son necesarias para la auto-liberación final del
alma humana. Bajo esa misma voluntad, el creyente debe protestar contra ellas
cuando ocurren.
Sin embargo, dejo el análisis desapasionado al escriba futuro, cuya carne y latido
del corazón no estará involucrado; para él el microscopio, para mí el espectáculo
en vivo. Yo estoy involucrado. "En historia" (dijo Lord Macaulay) "sólo la
interpretación según la necesidad doctrinal alguna vez parece sobrevivir, tal como
los hechos inconvenientes y contradictorios son olvidados o ignorados." En esa
cuenta, este escriba viviente puede ser perdonado. No he ignorado nada conocido
por mí y he presentado lo que sé tan verazmente como soy capaz. He mostrado el
cuadro de nuestro siglo como le aparece a un hombre involucrado, y como fue
mantenido oculto de las masas públicas, que mientras avanzaban sólo recibieron"la interpretación" que según los políticos sostenían como una necesidad.
En nuestro tiempo, juzgo, una superstición bárbara nacida en la antigüedad y
nutrida a través de los años por un sacerdocio semi secreto, ha vuelto para
plagarnos en la forma de un movimiento político apoyado por una gran riqueza y
poder en todas las grandes capitales del mundo. A través de los dos métodos
usados, la revolución desde abajo y la corrupción de gobiernos desde arriba, ha
llegado muy lejos hacia el éxito en una ambición fantástica de lograr el dominio
mundial, usando estos dos instrumentos para incitar a una nación contra otra.[569]
No puedo presumir para juzgar lo que es malvado; el pensamiento lo hace. Sólo sé
lo que yo siento que es malvado; quizás estoy equivocado. Sin embargo, por mis
propias sensaciones y normas he sentido, durante el trabajo de preparar este libro,
que viví con el mal. Las fuerzas que han sido proyectadas en el Siglo 20, como
desde alguna caverna de dinosaurios, son supersticiosas. He tenido un sentimiento
constante de estar en contacto con las mentes de hombres como Ezekiel, quien en
tiempos bárbaros tenía pensamientos bárbaros. He tenido un sentimiento distinto
de re-encontrarme con tales mentes en nuestros tiempos, aunque en un lugar
recientemente redimido del barbarismo, cuando leí un libro, A Pattern of Islands (Un Modelo de
Islas) de Sir Arthur Grimble.
Este relata las experiencias del autor, a principios del Siglo 20, como administrador
colonial británico en un grupo remoto de islas del Pacífico, las Islas Gilberts, dónde
las personas vivían en un estado de superstición primitiva hasta 1892, cuando fue
proclamado un Protectorado británico. Encuentro un parecido misterioso entre las
maldiciones enumeradas en el Deuteronomio que forma La Ley del nacionalismo
Sionista hoy y las palabras de una maldición a un horno de cocción, usado por estos
isleños antes que llegaran los británicos. El hechicero, sentándose en cuclillas
desnudo en la oscuridad, antes del alba, encima del hogar, donde hacía el fuego su
enemigo y apuñalándolo con un palo, murmura:
"Espíritu de la locura, espíritu del
excremento, espíritu del comer vivo; ¡espíritu de lapodredumbre! Yo apuñalo el
fuego de su comida, el fuego de ese hombre de Naewa!. ¡Golpea al oeste de él, Tú!
¡Golpea al este de él, Tú! ¡Golpea cuando yo apuñalo, golpea hasta la muerte!¡Estrangúlalo, enloquécelo, avergüénzalo con la podredumbre! Su hígado crece,
crece, se da vuelta y que se rompa en pedazos. Sus intestinos crecen, crecen, que se
rasguen separados y se pudran. Él es el negro demente, está muerto. Está acabado:él está muerto, muerto, muerto. Él se pudre."
La comparación entre esto y muchos pasajes en el Deuteronomio y Ezekiel es
instructivo en este tiempo cuando el Talmud-Torah es invocado literalmente como
La Ley que ordena tales hechos, como aquello, cometidos en Deir Yasin; la
declaración de la Enciclopedia judía, que el Talmud enseña la creencia en la
eficacia literal de maldecir, también es pertinente. Tales pasajes siempre me hacen
recordar cuando políticos invocan "el Antiguo Testamento"; cada vez me pregunto
si ellos lo han leído, y si comprenden la relación entre estas supersticiones de la
antigüedad y los eventos actuales, provocados con su ayuda.
A mi juicio, tenemos que tratar con una fuerza, liberada en el mundo del Siglo 20,
cuyos líderes piensan en términos de tales supersticiones; a qué otra cosa puede
haberse referido el Dr. Chaim Weizmann en sus últimas y atormentadoras
palabras". . . el resurgimiento del antiguo mal en una nueva y más
horrible vestimenta."
Sólo este elemento de oscura superstición, en mi estimación, puede responder del
miedo al cual las masas judías se doblegan, cuando se rinden al nacionalismo
Sionista. Estaban casi liberados de él por el siglo de emancipación y en otros
cincuenta años, se habrían involucrado en la humanidad, pero ahora han sido
regresados al engranaje.
Nuevamente, me sentía como si estuviera leyendo una descripción de las masas en
el ghetto [570] en las áreas Talmúdicas cuando me encontré con esta descripción
de los días del pre-protectorado en las Islas Gilbert:
"Un hombre con sesenta
generaciones de creencia en el terror vivo que susurra en su sangre. . . era carne
fácil para la magia mortal. . . Generación tras generación de hechiceros que legaron
el mal, y de personas que temieron su poder, habían hecho realidad sus vidas en
estas islas. El horror apilado de sus convicciones había logrado, a través de los
tiempos, un peso y una sombra propia, una 'inmanencia que se asentaba encima de
todo. Eran pensamientos de hombres, más potente que los fantasmas que
frecuentban la habitación de los hombres. Uno sentía que prácticamente cualquier
cosa podía pasar en ese ambiente".
Las palabras me parecían aplicables a la condición de estas masas, con más de
sesenta generaciones de tales creencias susurradas en ellos, quiénes hacia el fin del
siglo pasado comenzaron a ser arrebatado de la luz del día hacia la oscuridad tribal.
Nuevamente, la liberación perdida por tan poco me pareció que eran descritas en
estas palabras de una anciana de las Islas Gilbert que recordaba los tiempos
antiguos:
"Escuche las voces de las personas en sus casas. Nosotros trabajamos en
paz, hablamos en paz, ya que los días de angustia se han ido. . . Cuán hermosa es la
vida en nuestros pueblos, ahora que no hay ninguna matanza y la guerra ya no
existe más"; y estas palabras, nuevamente, con más fuerza recuerdan el lamento de
Jeremías por la felicidad anterior de Israel ("la bondad de juventud tuya, el amor
de "tus desposados) en su reproche a la herejía del traicionero Judah".
El sentimiento que tuve, indagando la historia de esta antigua superstición y su reemergencia
como una fuerza política en nuestro siglo, fue aquella de un contacto
con un ser viviente, una cosa malvada. La revolución destructiva, en mi visión es
parte de esto y yo podría haber escrito exactamente lo que el diplomático
norteamericano, el Sr. Frank Rounds, Junior, escribió en su diario en el Día de
Navidad de 1951: "En Moscú, se siente que el mal existe como una cosa, como una
presencia; ése es mi pensamiento en este Día de Navidad".
En este proceso del Siglo 20, siento como una presencia malvada que nos
acompaña, a todos nosotros los que estamos ahora vivos, Judíos y Gentiles, está
involucrado, y la mayoría de nosotros verá el desenlace. Acerca de eso, el Sr.
Bernard J. Brown en 1933 con inquietud escribió, "Por supuesto, debemos ser
temidos y en el futuro odiados si persistimos en absorber todo lo que
Norteamérica nos ofrece y aun así negarnos a transformarnos en norteamericanos,
justo como siempre rehusamos llegar a ser Rusos o Pales."
Esta declaración se aplica a todos los países del Occidente, no sólo a Norteamérica,
pero el Sr. Brown estaba equivocado. Lo que él previo es una cosa que los
Talmudistas no pueden lograr; el odio es su monopolio y credo, y ellos no pueden
hacer que los Cristianos o Gentiles, odien a los Judíos. Las cosas odiosas hechas por
el Occidente en este siglo, fueron hechas bajo la incitación Talmúdica; el odio y la
venganza no son innatos en los occidentales, y su fe prohibe éstos. La enseñanza
del odio, como parte de una religión, todavía viene sólo de los Torah-Tulmudistas
literales en el área revolucionaria, en Palestina, y donde ellos se han anidado en las
capitales Occidentales. Ningún [571] occidental hablaría como un líder Sionista
habló en una reunión judía en Johannesburgo en mayo, 1953: "En la bestia que es
llamada Alemania no debe confiarse. Los alemanes nunca deberán perdonarse y los
judíos nunca deberán tener algun contacto o relaciones con los alemanes."
El mundo no puede vivir así, y por esta razón, el plan insensato debe finalmente
fallar. Ésta es la herejía que la enseñanza de Cristo sobre todas las cosas repudió; es
aquella a la cual los líderes políticos del Occidente se han prestado ellos mismos
desde que el Sr. Balfour, hace sólo cincuenta años, comenzó a subordinar la política
nacional a él. Cuando el clímax que se aproxima sea superado, esta enseñanza
hereje, inyectada en el Occidente desde el centro Talmúdico en Rusia, pasará.
Como escritor, creo que pasará muy pronto y con menos problema para todos los
involucrados, mientras más sepan las masas generales sobre lo que ha sucedido en
estos cincuenta años.
Ya que nada secreto no se hará manifiesto; ni algo oculto, que no será
conocido y salga a la luz - Lucas 8: 17.
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